La escabrosa huella de los hermanos Farrelly genera bastardos
Hay asuntos peores que imitar a un tonto-listo, en este caso a unos tontos-listos, que es imitarles malamente y acabar generando una película tonta-tonta, con actores bobos, con planos inútiles, con argumento estúpido y con gracia nula. Pero aún peor, el problema ... de los hermanos Farrelly es que siempre han estado rozando el límite de lo permisible. Daban medio paso más y ya... ya estaban pisando de lleno la grosería, el mal gusto y la bazofia. Pasaban de la gracia más o menos original, de la transgresión simpática, a la ordinariez, a la chabacanería y al asco más repulsivo.
Si encima eres un mal imitador de ellos, como es el caso de esta «Miss Marzo», todo acaba siendo ridículo e inerme. De nada valen dos o tres gracietas de paletos rústicos de Kansas con el sombrero al revés y los traseros gordos. El panorama total es desolador.
El planteamiento inicial es forzado, el núcleo no concita interés y el desenlace resulta increíble. Pero más allá de lo puramente cinematográfico, donde realmente la cinta se vuelva basta y hasta repulsiva es en los momentos en que quieren ser originales a vivo músculo, pues cerebro no hay. En cinco o seis momentos, donde la cinta quiere tocar la cima humorística es justo donde resulta vomitiva, haciendo olvidar cualquier rasgo de generosidad hacia ella.
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