Martes, 09-06-09
EN clara concordancia con la suerte que aflige a la socialdemocracia europea, la realidad española le ha embestido a José Luis Rodríguez Zapatero y le ha propinado un puntazo de los que hacen mucha pupa. No sólo le ha roto las ínfulas mayoritarias de las que hacía tanta gala, sino que ha dañado seriamente su necia vanidad de «líder planetario». En democracia, todo cuanto no es Constitución y ciudadanía resulta provisional y de ahí el encanto de las derrotas de los gobernantes que, sobrepasada su dimensión, llegan a creerse amos de la finca y reyes del mambo. Zapatero y su sañudo anacronismo republicano, génesis de una mala memoria histórica y motor de un impulso confederal contrario a la tradición del socialismo español, ha querido inventar una idea de España y, como nos enseñó Eugenio D´Ors, todo lo que no es tradición es plagio. España es, incuestionablemente y en función de su propia Historia, una realidad de raíz cristiana -al margen de las cuestiones de la fe-, tronco occidental y ramas americanas. No puede ser catalizador del tercermundismo y meta de la marginalidad estética y cultural.
Lo que ha supuesto la derrota electoral de Zapatero es el naufragio del PSOE. Su éxito se ha sustentado en la anulación de las mejores cabezas del socialismo y en su sustitución por militantes -y militantas- de menor cuantía política e intelectual. Esos son los restos del naufragio. Habrá que ver lo que hace con ellos para que no se conviertan en botín de raqueros. Ha sostenido en la presidencia del PSOE, y le ha incorporado al Gobierno como vicepresidente, a Manuel Chaves, recordman nacional del nepotismo y responsable de un modo de Gobernar, en Andalucía, basado en el subsidio y creador de pobreza. Mantiene como número dos de la formación, con la función añadida de ministro de Fomento, a José Blanco, responsable del fracaso electoral en Galicia y animador de maneras faltonas y pendencieras en la convivencia política nacional. A mayor abundamiento y rodeado de aídos, chacones y moratinos, consagró como tercera autoridad socialista a Leire Pajín, responsable de la campaña del fracaso y, pobrecita, una personalidad con pocas posibilidades de llegar a ser persona. ¿Están dispuestos las bases y los notables más conspicuos del PSOE a mantener un elenco y unos modos como los aportados por el líder al que se le acabó el buenismo y se ha entregado a la contumacia?

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