Martes, 09-06-09
Adiferencia de lo que es habitual en los procesos electorales celebrados hasta ahora en España, sólo el PP se ha proclamado vencedor de las elecciones al Parlamento Europeo. Este es un indicio revelador de las consecuencias reales del resultado electoral, muy desfavorable para los socialistas. El PSOE está intentando legítimamente minimizar su derrota, para lo que no le faltan apoyos de ciertos sectores de la derecha, sorprendentemente puntillosos con la incuestionable victoria, olvidando que los socialistas, al igual que los populares, tienen un suelo electoral muy firme. En 2000, cuando el PP alcanzó la mayoría absoluta, el PSOE más deteriorado políticamente obtuvo el 34,16 por ciento de los votos. Y antes, en 1996, con el paro por encima del 20 por ciento, los escándalos de corrupción y la guerra sucia del GAL, el PSOE se quedó sólo a 290.000 votos y a un 1,16 por ciento del PP. Esperar goleadas -siquiera a costa de la crisis- no sólo es poco realista, sino que contribuye a lastrar las expectativas de cambio que ha alimentado la victoria europea de los populares. Con un sentido elemental de la perspectiva puede comprobarse que la situación política tiene nuevas coordenadas. Hace un año, habría sido difícil vaticinar que el PP surgido del Congreso de Valencia iba a ganar en Galicia con mayoría absoluta, a decidir el nuevo Gobierno vasco y a vencer nítidamente en las europeas. No pocos pensaban que a esta hora la sucesión de Mariano Rajoy estaría abierta de nuevo.
Por el contrario, lo que ha sucedido es que el PSOE ha fracasado en la gestión política de la crisis, en la estrategia electoral frente al PP y en la conservación de la imagen inmune de Zapatero. El PSOE se escuda en la crisis económica como causa de su derrota, pero otros gobiernos europeos -los principales- han superado favorablemente la prueba de las urnas. Además, para neutralizar ese efecto estaban el «caso Gürtel» en Madrid y la campaña contra Francisco Camps en Valencia, con la intención de socavar el liderazgo de Rajoy en sus feudos. El resultado es que el PP ha barrido literalmente en ambas comunidades, con resultados muy positivos también en Murcia, Galicia, Canarias o Castilla-León. Este análisis invierte las conclusiones en lo que afecta al PSOE: pierde siete puntos porcentuales en Cataluña; seis en Castilla-La Mancha, donde el PP se ha alzado con una espectacular victoria; siete en Andalucía, y cuatro en Extremadura. Estos retrocesos profundos del PSOE en sus principales caladeros de votos quieren decir que el liderazgo que se ha debilitado es el de Zapatero, quien no ha conseguido conservar apoyos en regiones teóricamente más proclives a sus «políticas sociales».
Es evidente que ningún dato es extrapolable a unas elecciones generales, en las que entran en juego factores distintos a los que concurren en unas europeas, pero los datos son objetivos y claramente abren un nuevo ciclo en España. No en vano, y a modo de aviso, CiU animaba ayer al PP a presentar una moción de censura a Zapatero, dejando entrever su ánimo de agitar desde hoy mismo el ambiente preelectoral en Cataluña, y el propio PP emplazaba al presidente del Gobierno a someterse a una cuestión de confianza en el Congreso. Son indicios, en efecto, de un nuevo ciclo en el que el PSOE pasará muchos más apuros de los que había previsto para esta legislatura.

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