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El Cervantes tiene la palabra

Puede parecer una verdad de Perogrullo, pero el Cervantes, el Instituto Cervantes, tiene la palabra. Y qué palabras. Desde adiós y abril, desde abracadabrante y aburrición, hasta zozobra y zote, pasando, claro está, por valentía y vagabundo, por utopía y ultramarino. Vocablos tintineantes y revivos de nuestro español real. Pero ahí no queda la cosa. Apunten. A continuación vamos a endilgarles, a endosarles, a ofrecerles y sobre todo a regalarles un puñado de palabras de ultímisima generación, de neologismos recién paridos y recién alumbrados. Papel y boli por favor. Tomen nota: abrazólogo, asabiento, aspronauta, astiharto, astroguarra, atorniscao, cachorrear, cafetoso, calcetinarse, ciberpaleto, desastrófico, descolifloro, enmujerarse, fantabuloso, fantomenal, gastroalquimia, guisquear, insoporhablante, joropiciar, juliembre, limpietud, manejanta, nadalismo, obsolento, palarrastre, personajismo, pofavó, quehaydelomío, quepaqué, querrible, quistante, refrigorificar, sexabrupto, taitantos, tefusionar, telebasurista, tuentiamigo, ustedear, vagapasillos, zuzuarregui... Y así hasta casi mil palabras de sílabas endemoniadas, esdrújulas simpatiquísimas, verbos alucinantes, adjetivos devastadores y policromáticos, exactos como un reloj suizo.

¿Acaso es que los serenísimos y sesudos miembros de la Real Academia han enloquecido? ¿Han extraviado su centenario rigor? Quiá. Son ideas, vocablos y palabras surgidos del magín de los treinta mil internautas que han pasado por la web www.eldiae.es, una imaginativa, refrescante y por lo que se ve (y se lee) fructífera idea del Instituto Cervantes, como reconfortante aperitivo a la celebración, el próximo día 20, en todas las sedes de la institución a lo largo y ancho del mundo, del Día del Español. Bonito día, que a partir de ahora se honrará anualmente en el sábado más cercano al solsticio de verano. En Madrid, los fastos comenzarán con una lluvia de palabras (las propuestas a través de la citada web), a la que seguirá la confección de un poema gigante y colectivo de 150 metros, y diversas actividades musicales, teatrales y festivas.

Nueva web

La web no tiene desperdicio, es toda chicha (y hasta limoná), y en ella los internautas ponen toda la carne de nuestro lenguaje en el asador de sus aportaciones, bien por escrito, como a través de vídeos. Muchos de ellos memorables, como el del niño que elige y razona su elección, la palabra no: no comer, no dormir. Lo dice Diego, desde Brasil. Todas las palabras pueden ser votadas por los visitantes para elegir la predilecta.

La página es manejable, ágil, divertida y elocuente. Y muestra de forma meridianamente clara que el español goza de excelente salud. Y muestra también que quienes lo hablamos a través de todo el mundo sentimos por él un aprecio considerable. Pero ya está bien de palabras y de letras. Los números y las cifras de esta web también hablan español. Porque hasta el pasado viernes día 5, ya había recibido 29.888 visitantes, mientras que habían sido vistas 302.362 páginas en los 110 países participantes.

Las palabras propuestas como preferidas son 1869, 876 los neologismos propuestos en el llamado Ficcionario, y un total de 466 los vídeos remitidos. Hasta el momento las diez palabras más queridas son malevo, chapuza, valentía, albricias, cariño, abrazo, malabarista, sonrisa, bregar y mañana. No son pocos los arcaísmos recuperados, como cernadero, acerico o bodoque. Genuinas, ¿no creen? Don Miguel, que da nombre al Instituto, estaría orgulloso. Y también lo estaría con alguno de sus émulos, tal que esos dos internautas que han propuesto neologismos tan jugosos como espaprendacdicto (adicto a aprender español) o palabrú: dícese de las palabras raras que parecen inventadas.

Obras maestras

¿Curiosidades? Bastantes. Desde Puerto Rico, se apuesta muy fuerte por bregar, y desde Argentina, evidentemente, prefieren un vocablo muy tanguero: malevo. Incluso ha habido alguna suerte de «conspiración», como la de los estudiantes y profesionales de las Ciencias Ambientales, que han defendido con lingüística virulencia la palabra que les da vida: ambientólogo. Y no faltan verdaderas obras maestras, prodigios llegados de lugares como Hungría. Un internauta propone la palabra viento. Y brinda razones muy poderosas: «Viento: la misma palabra ya levanta cierzos y tramontanas, arremolina hojas en los rincones, mece atardeceres y mueve molinos. El viento me trae recuerdos de un viaje mítico a Tarifa con Saima y Thierry donde quedamos atrapados bajo el hechizo del viento. Sopla viento, sopla». Más que viento, el húngaro (o la húngara) ha levantado un vendaval de belleza. Callen los agoreros, y silénciense los malos augurios. El español no sólo está vivo, está vivito y coleando más que nunca.

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