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Soderling tenía un infierno listo para Nadal

En la víspera de la batalla, le preguntaron a Elena Dementieva, esa hada rubia de Moscú, si creía que Nadal volvería a ganar en Roland Garros. Elena contestó con rapidez y diligencia: «No lo creo, le he visto muy cansado, bastante más que otras veces. No va a ganar». Así de rotunda. Los rusos se miraron entre sí, los franceses sonrieron y los españoles estallamos en carcajadas. Las carcajadas se tornaron ayer en muecas de incredulidad al comprobar e l infierno que Soderling tenía preparado para Nadal .

Hay pocas cosas que alimenten más que el rencor. Y Soderling es de los que esperan. Si, además, le das las armas necesarias, es un jugador peligroso donde los haya. Nadal nunca estuvo cómodo en el partido. No leyó el formidable saque del sueco y siempre fue a remolque de su juego. Estuvo defensivo, jugando corto y facilitando la tarea de demolición del sueco.

Llevar la iniciativa

Tampoco con la bola en juego le hacía daño. Como Robin mide 1,93,esa bola alta al revés que tanto fruto le da a Rafa no le servía porque el sueco se la encontraba a una altura razonable para pegarle.

Es evidente que para que se diera un resultado así Nadal tuvo que jugar mal y Soderling muy bien, casi el partido de su vida. Y así fue. El sueco sacó a 220 kilómetros por hora, lo que le sirvió para llevar siempre la iniciativa y no pasar apenas apuros con su servicio. En el de Rafa, que es liviano, se mostró agresivo y arriesgó mucho, lo que le dio numerosas opciones de «break». Le pegó muy duro a la bola, que le corrió muy rápido. Y mientras, ¿Rafa qué hizo? Verlas venir, y verlas venir mal.

En vez de dar un paso adelante, fue reculando hasta acabar jugando la mayoría de los puntos dos o tres metros detrás de la línea, siempre a la defensiva, sin lograr forzar que su rival cometiese errores. Puestos en esa coyuntura: tenis ofensivo de Soderling y a la desesperada de Nadal, era lógico que el juego fuera decantándose de parte del nórdico. Incluso dio la impresión de que, en los momentos de desaliento, algo alimentaba a Soderling, que siempre creyó en sí mismo, como si una fuerza invisible le llevase en volandas.

Nadal intentó volver varias veces. Lo consiguió en el segundo set y en el tercero hizo un «break» para ponerse dos a cero, pero seguía sin tener un tenis fluido. Soderling se le echó encima con valentía, ajustando muchos golpes a las líneas y arriesgando una barbaridad. Le salió bien porque, además, Nadal estuvo lento en los desplazamientos laterales, como falto de chispa. Entre esa décima de segundo que perdía en la arrancada y lo que le corría la bola al sueco se fraguó el desastre.

Perdió el tercer set con un nuevo «break» del sueco y en el cuarto Soderling ya se lo creía. Lo veía cerca. Rafa fue ganando su servicio con el gancho, pero se veía que no podía con la potencia del tenista sueco. Al final, Soderling aprovechó la segunda bola de partido e hizo historia.

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