Hazte premium Hazte premium

El búnker, último refugio de Hitler

A las pocas horas de instalar su último puesto de mando en Berlín, Adolf Hitler descendió, el 16 de enero de 1945, las escaleras que conectaban la nueva Cancillería con el búnker construido en 1943. El responsable de su seguridad personal, general Johann Rattenhuber, había aconsejado ponerse a salvo de los constantes e intensos bombardeos aliados que habían provocado la destrucción de dos terceras partes de la ciudad y más del ochenta por ciento de la zona gubernamental. A esa medida cautelar había de sumarse, a lo largo de aquellos cien últimos días del Reich, la creación de un pintoresco Camelot, de una corte furtiva en la que la cruda realidad de los combates en la superficie se trocaba en un ámbito de poder imaginario, de fabulación sobre la capacidad de resistencia de las exhaustas y diezmadas fuerzas mandadas por los generales Steiner, Busse y Wenck, a las que Hitler y algunos de sus asesores inmediatos más irreductibles, como Goebbels o Bormann, adjudicaban la posibilidad de liberar Berlín y provocar la ruptura de la alianza entre anglobritánicos y soviéticos.

En aquel mundo ilusorio, de atmósfera enrarecida y de espacio angosto, había de desarrollarse un final de tragedia puntuado por lo que más han podido recordar sus supervivientes: las evocaciones de los buenos días en las montañas de Berchtesgaden; los estallidos de cólera del Führer y algunos de sus consejeros ante los fracasos militares atribuidos a la traición y la indolencia de los mandos; la desorientación, los ataques de pánico, de fanatismo y, finalmente, de extenuada apatía, de cansancio fatalista en que se fueron sumiendo quienes habían sido sometidos a semanas de tensión e incertidumbre en el último puesto de mando de Hitler.

El lugar parecía especialmente diseñado para envolver aquella dinámica de aislamiento de la realidad y creación de un tiempo y un espacio autónomos. El búnker, situado a unos veinte metros bajo la tierra del jardín de la cancillería, constaba de dos niveles de similar extensión, separados por una puerta blindada y una docena de escalones. El primer recinto estaba formado por un espacio central dedicado a las funciones de comedor, a cuyos lados se abrían la cocina, el almacén de víveres, la zona del servicio y cuatro habitaciones que se destinaron a alojar a la familia Goebbels cuando se instaló en el búnker, el 22 de abril.

El segundo nivel se abría con un corredor flanqueado por los lavabos, un aparato Diesel que aseguraba la ventilación del recinto, el cuerpo de guardia y la sala de comunicaciones, de una precariedad técnica que explica las constantes idas y venidas de personal llevando mensajes directos. Una nueva puerta blindada separaba el corredor de la sala de mapas donde se celebraban las conferencias.

A izquierda y derecha de esta zona se abrían, respectivamente, las estancias personales de Hitler, que conectaban con las de Eva Braun, y los dormitorios de los médicos del búnker, Dr. Morell y Dr. Coronel Stumpfegger. El Führer disponía de un pequeño salón de quince metros cuadrados con un sofá, una mesa de café y dos butacas, un pequeño dormitorio con cama individual y un estudio donde se hizo colocar el retrato del rey Federico el Grande de Prusia. Hitler lo contemplaba melancólicamente, recordando cómo el monarca había salido airoso de unas condiciones desesperadas a fines de 1762, permitiéndole salvar el trono y el país en la guerra de los Siete Años.

El 22 de abril, dos días después de haber recibido por última vez a algunos jerarcas del partido, con ocasión de su cumpleaños, Hitler había de sufrir en la sala de operaciones un derrumbe emocional definitivo. Lo provocó el informe sobre el fracaso del general Steiner para evitar el cerco de Berlín. La reacción del Führer resultó abrumadora incluso para quienes estaban acostumbrados a su cólera, porque anunció su convicción de que la guerra se había perdido y su intención de suicidarse.

La intervención de Goebbels, que ingresó apresuradamente en el búnker con toda su familia, permitió a Hitler superar levemente aquella actitud, renovando sus vanas esperanzas en una acción de las tres divisiones de infantería con que contaba aún el 12º ejército del general Wenck. En aquella última semana, partieron del búnker las órdenes dadas por Hitler al general Helmut Weidling nombrado jefe de los cuarenta mil soldados y un número similar de reservistas que defendían la ciudad, y al general de las SS Wilhelm Mohnke, encargado de la operación «Clausewitz» destinada a proteger el recinto gubernamental con unos 1.500 hombres del Leibstandarte «Adolf Hitler».

El 30 de abril, tras haberle llegado las noticias del bloqueo definitivo de las tropas del general Wenck y la inminencia de la caída del distrito de la cancillería, Hitler se suicidó en compañía de su reciente esposa, Eva Braun. Sus cuerpos fueron sacados al exterior por la puerta de emergencia y colocados en un pequeño espacio excavado superficialmente en el jardín de la cancillería. Allí recibió el Führer un último saludo de los escasos dirigentes del partido que se encontraban en el búnker aún: Bormann, Goebbels y el jefe de las Juventudes, Artur Axmann, acompañados de algunos oficiales de las SS especialmente cercanos al líder del nazismo, como el coronel Günsche y el coronel médico Stumpfegger.

En las siguientes horas, algunos de los residentes de aquel último refugio se quitarían la vida en sus dependencias (Joseph y Magda Goebbels, que asesinaron a sus hijos, y los generales Krebs y Burgdorf). Otros, como el consejero diplomático Hewell o el coronel Schaedle, el ministro Bormann y el coronel Stumpfegger, lo harían después.

Un puñado de personas que habían convivido con Hitler durante aquellas semanas (sus secretarias Christian y Junge, el coronel Günsche, el general Mohnke, el responsable de comunicaciones sargento Minsch y el electricista encargado de la máquina de ventilación, Johannes Hentschel), lograron sobrevivir y prestar su testimonio sobre aquel escenario convertido en una sombría metáfora del círculo íntimo de poder en el Tercer Reich.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación