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¿Ciencia o ideología? Ud. mismo...

Ayer nos despertamos con una nueva barbaridad demostrativa de la ignorancia y la prepotencia con la que está actuando el Gobierno de España en el asunto del aborto, a través de un Ministerio de carácter puramente ideológico. La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, ha respondido lo siguiente a una pregunta de un oyente de la cadena SER sobre si cree que un feto de trece semanas, que a él se le asemeja mucho a un bebé, es un ser vivo: «Un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica».
La pregunta lógica que como biólogo y genetista me formulo yo es ¿de qué especie cree la ministra que es ese ser vivo en fase embrionaria? Está claro. En el asunto del aborto no hay conocimientos científicos que valgan. No hay que darle muchas vueltas. No interesan los conocimientos científicos. Molesta la verdad. No quieren ni oírla... y a quienes se la explican les llaman demagogos y a otra cosa. Sólo importa la ideología... Nosotras parimos, nosotras decidimos, aunque la decisión suponga la eliminación de una vida humana. Realmente la situación es clara. Dado que la ideología empieza donde termina el conocimiento, lo que las palabras de la ministra significan es que en este asunto nos saltamos lo que dice la ciencia y vamos a lo que importa. Se prescinde del conocimiento y ancha es Castilla. De este modo la vida humana naciente es una idea, un ente desclasificado, algo irreal hasta la 13ª semana, porque lo ha dicho el Gobierno de España.
Tal falta de rigor científico y de sentido común es un claro exponente de lo que hay detrás de una reforma mayoritariamente indeseada por la sociedad, como lo ha demostrado la reciente encuesta de Sigma 2.
Lo cierto es que el conocimiento de los hechos aportados por la ciencia es el principal antídoto frente a la ideología. En rigor, desde la perspectiva de la biología, no hay argumentos para discutir la condición de la vida humana con la misma intensidad en todas y cada una de sus etapas. Cada vida humana es una vida única y singular, desde la concepción hasta la muerte, perteneciente a la especie Homo sapiens, sin saltos cualitativos.
El embrión y el feto son biológicamente equiparables al recién nacido y al adulto, del que lo único que los diferencia es un factor temporal, porque el ser humano es el mismo y mantiene su identidad genética a lo largo de su vida. Se trata del mismo individuo, el mismo ser en un proceso continuo de desarrollo. Desde el conocimiento biológico, no hay ningún dato válido que pueda esgrimirse como determinante para establecer diferentes categorías en un mismo ser, caracterizado por un «continuum» genético y por tanto biológico.
En consecuencia no se puede instrumentalizar ni utilizar la vida humana en sus etapas embrionaria y fetal como no se instrumentaliza ni se utiliza después del nacimiento. Si bien reconocemos que el desarrollo morfogenético es progresivo a lo largo de la vida, que se manifiestan diferentes etapas fenotípicas y que las facultades intelectuales plenas tardan años y décadas en alcanzarse ¿cómo puede nadie decidir que el comienzo de la vida humana tiene lugar a X horas, días o semanas de su primera manifestación corporal (el cigoto)?, que es una vida personal ¿quién se puede erigir en juez para determinar que una vida humana en curso es merecedora de alcanzar su plenitud?, y por lo tanto ¿cómo puede afirmarse que el aborto es un derecho? ¿Cómo un individuo humano podría no ser persona humana?
En definitiva: Sí a la vida... No al aborto.
Catedrático de Genética de la Universidad de Alcalá de Henares y miembro del comité de expertos de Derecho a Vivir (DAV)