Benedicto XVI, artífice de paz
La visita de Benedicto XVI a Tierra Santa, sus palabras y sus intervenciones despiertan particularmente la conciencia de cristianos, judíos e islámicos a mirar hacia el futuro y a caminar juntos para el bien de todos. Con su estilo fluido y claro recuerda a todos su cercanía, su comprensión ante las dificultades históricas y su deseo de proseguir trabajando incansablemente por la paz.
Algunos medios de comunicación subrayaron estos días la insatisfacción de musulmanes y judíos. Los primeros porque esperaban del Papa un discurso más fuerte para defender la causa de los palestinos y los segundos porque recordaban su «vinculación de joven al nazismo».
Peter Seewald, en su obra «Una mirada cercana» (2006), muestra que la familia Ratzinger estaba distanciada de tal vínculo. El Sr. Peter Seewald, nacido en 1954 en la siempre verdeante Baviera, casado y padre de familia, redactor de la conocida revista «Spiegel» de 1981 a 1987, reportero de «Stern», colaborador de «Süddeutsche Zeitung», trabaja desde el año 2000 sobre todo como escritor de libros.
En narrativa fluida y rebosante de interés, placentera y enriquecedora, ocupan su debido lugar los valores fundamentales para la plena realización de los más altos ideales humanos. Sobre J. Ratzinger, notó que había sido siempre el más joven: Docente en el Seminario a los 24 años, Catedrático a los 31 y Cardenal a los 50.
Era muy buen alumno, excepto en Educación Física y Dibujo. Dejó la impresión de ser de carácter reservado, tipo elegante, no deportista, seguro de sí mismo. Ama la música, toca el piano y su compositor favorito es Mozart. Se distingue por su capacidad intelectual, de sistematización, de discernimiento de las posiciones, así como de memoria prodigiosa. Le reconocen gran modestia, fidelidad, carácter constante y amor por su Baviera.
Entró en el Seminario a los 12 años. Ese mismo año, el 1 de septiembre de 1939, empieza la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia por las tropas de Hitler. Con la pretensión de aniquilar totalmente el pueblo judío, se cometieron horrendos crímenes. Los padres del joven seminarista consiguieron que sus hijos no participaran en las actividades de las Juventudes Hitlerianas, a costa de no recibir el descuento de la cuota escolar. Los Superiores del Seminario procuraron que ningún seminarista fuera miembro de dicho grupo. Pero, el 25 de marzo de 1939, la Ley sobre las Juventudes Hitlerianas obligaba a que todos los alemanes, a partir de los 14 años, se afiliaran a ellas.
Joseph Ratzinger, a la edad de 14 años, fue destinado a la Defensa Antiaérea, en Munich. Su misión era descubrir a los aviadores y transmitir a los cañones los datos de medición, para defender la fábrica BMW, que fabricaba motores necesarios para la guerra. Tres veces por semana, podía ir a clases al Seminario de Munich. En 1944 fue trasladado a Gilching, en el Ammersee, para proteger la fábrica de motores de avión de Dornier, en las cercanías de Oberpfafenhoffen, objetivo de las escuadras americanas de bombarderos. Su misión estaba en la central telefónica. En febrero de 1944, un ataque directo a los bombarderos americanos causó un muerto y numerosos heridos. Ratzinger no se vio afectado.
Su 18 cumpleaños lo pasa en el cuartel. Corre la noticia de la muerte de Hitler. Deja el cuartel sin avisar. De todos modos, los americanos llevan cautivos unos cincuenta mil soldados alemanes, entre los cuales Joseph Ratzinger, y los acampan, al aire libre, cerca de Ulm. El 19 de junio de 1945 fue puesto en libertad. Llega a la casa paterna. «Ahora -ha dicho- no tenía ya ninguna duda de mi vocación. Sabía cual era mi sitio» (p. 235). Benedicto XVI procura llevar al corazón de las personas de todo el mundo el mensaje de amor, de justicia y de paz.
Nuncio Apostólico
de Su Santidad
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