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Tormenta de hormonas

EN estado de degradación. Así es como se encuentra, no la nación -que acaso también-, sino la política, que Zapatero quiere convertir en una tormenta de hormonas como la que provoca la píldora del día después, utilizada sin reparo como señuelo del día antes, como ... sorprendente inocentada de la víspera del debate. Acorralado por el paro, por las encuestas, por el desplome industrial, por la oposición, por las minorías, por la terca realidad de un país en quiebra, el presidente ha decidido abandonar cualquier atisbo de fineza, cualquier prejuicio ético y hasta cualquier tapujo estético para abrazarse a una demagogia primaria con la que embarrar el campo de juego. Para calentar una campaña en la que se ve perdedor ha recurrido a la agitación y el trazo de brocha gorda, desde toscas consignas sin pulir -«menos ladrillo y más ordenadores»- a elementales argumentarios de ideología barata. Pero el populismo del «pildorazo» rebasa todos los límites porque compromete por razones de desaprensivo cálculo electoral la salud de la población adolescente, a la que el Gobierno envía el insólito mensaje de que puede lanzarse al sexo sin el paracaídas del preservativo. Esta vez la estrategia de la provocación ha ido demasiado lejos, provocando el estupor de la clase sanitaria, de los educadores, de los padres de familia y hasta de los enfermos leves que no pueden comprar sin receta un simple antibiótico para las infecciones de garganta o un tamiflú para la gripe.

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