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Novum momentum catastrophicum

Ante la situación peliaguda que vive nuestra economía, viene bien actualizar el título de un famoso ensayo de Pío Baroja. Él la dirigió a los chapelaundis, gentes de mentes anchas, capaces en enfrentarse seriamente con los problemas, esquivando a los chapelchiquis, esos que son incapaces de entender un silogismo, y que por ello viven apasionados en prejuicios sin sentido.

Para comprender hasta qué punto es seria nuestra crisis, y hasta qué punto es preciso reaccionar, conviene señalar, en primer lugar, la unanimidad de los economistas españoles sobre las decisiones a adoptar ante ella. El asunto de la necesaria alteración de la rigidez extrema del mercado del trabajo español, por impulso de Guillermo de la Dehesa en cuanto presidente del conocido Centre for Economic Policy Research londinense, que preside, ha reunido a cien economistas importantes, en una declaración donde están desde Samuel Bentolila a Armada, desde Albert Carreras a Luis Garicano, desde Andreu Mas-Colell a Julio Segura. En el fondo da la impresión de que se ha producido aquello de que, efectivamente, los economistas discuten y discrepan entre sí de modo continuo, de aquel modo que irritaba a Churchill, pero cuando observan las tonterías que se defienden con estolidez, forman un bloque compacto de reacción.

De ahí la conveniencia de añadir, en este acervo de quienes opinan, algunos argumentos de personas e instituciones valiosas, que aparecen en medios de escasa difusión, y que amplían lo que se ha señalado. El 27 de enero de 2009, en la Real Academia de Ingeniería intervino Juan Miguel Villar Mir, bajo el título de La crisis económica actual. Sus orígenes y características. Medidas para salir de la crisis: ¿Y cuales son las reformas estructurales que propone? Una, a fondo, del sistema educativo: «Nuestro país ha de mejorar la eficacia del sistema educacional». Además, que el gasto en tecnología tendría que enlazar íntimamente con las empresas. Por supuesto que es preciso incrementar la competencia, liberalizando servicios y alterando el mercado energético. Desde luego es una exigencia la reforma del «mercado laboral, pues nuestro rígido marco de relaciones laborales necesita una reforma dirigida a aumentar su flexibilidad y su eficiencia». Evidentemente, contención del gasto público, con simultánea alteración del sistema tributario, especialmente en el caso del impuesto de sociedades así como en las cotizaciones a la Seguridad Social. Finalmente, «sería también muy deseable respetar, como objetivo fundamental, la unidad de mercado español, que a través de la excesiva diversidad de las normativas autonómicas, va quedado seriamente dañada, aumentado los costes para las empresas y reduciendo su capacidad para competir en mercados más amplios».

¿Y qué se dice, entre otras cosas, fechado en abril de 2009 en el informe, dirigido por Lorenzo Bernaldo de Quirós, «Previsiones económicas 2009-2010», de Freemarket International Consulting? Pues por ejemplo que lo que no se debe hacer es reaccionar «con un conjunto de acciones cuya finalidad no es atacar la raíz de los problemas, sino camuflarlos en espera de que se resuelvan por sí solos». O bien que «el rápido crecimiento del endeudamiento del sector público provocado por los planes de estímulo presupuestario... crearán dificultades extraordinarias de financiación a las Administraciones Públicas».

Todo esto parece desoírse. La consecuencia es que se prevé una caída este año entre el 3% y el 4% del PIB y que el paro, en el año 2010 puede superar incluso la tasa del 20% de la población activa. ¿Los chapelchiquis continúan marcando la política económica por encima de los chapelaundis?

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