Tierras por descubrir y ganar
Fue la propia reina Isabel la Católica quien, cercana ya la hora de la muerte, mandó incorporar en 1504 a la corona de Castilla los reinos descubiertos desde 1492 por el marino y aventurero genovés Cristóbal Colón. Su propósito fue tanto sustraer las tierras «por ... descubrir y por ganar», felizmente halladas en el camino de Asia de la rapacidad mortífera de los grandes nobles que tanto la atormentaban, como proteger de agravios e injusticias a los indígenas. Había tenido ocasión de conocerlos personalmente, pues como buen publicista que era, Colón había organizado al regreso del primer viaje una caravana para acudir al encuentro de los reyes católicos en Barcelona, guarnecida de toda clase de maravillas: loros y papagayos de asombrosos colores, muestras del ansiado oro y algunos de aquellos extraños e ingenuos indios que, según escribió en su Diario, le habían salido al encuentro en las playas de las Antillas «vestidos como su madre los parió». Fueron los primeros americanos que cruzaron el Atlántico hacia Europa.
La atmósfera de aquella época asombrosa ha sido recreada de múltiples maneras, pero sin duda el séptimo arte ha determinado la visión popular de lo ocurrido, ha creado una imagen dominante. Precisamente el gran cineasta británico Ridley Scott abordó en «1492. La conquista del paraíso», con apoyo institucional del Quinto Centenario español, la filmación de la aventura del descubrimiento sin temor a los claroscuros y con la vocación bien asentada de un director habituado a los retos. Mientras la historia del descubridor y su melodrama romántico de héroe postergado actúan como hilo conductor, lo que en verdad importa aparece ante nuestros ojos en un segundo plano, porque Scott alimenta nuestra imaginación recreándose en los cuerpos maravillosos, las playas vírgenes y la posibilidad de una vida feliz.
¿Quién descubrió a quién? -parece decirnos-. Ante todo el potencial de felicidad y utopía que se vislumbra, ¿Por qué aquellos marineros de Cantabria o de Huelva regresaron a Europa? Por supuesto aquí se evoca con nitidez al buen salvaje que es un invento de Rousseau y del siglo XVIII, pero ello no quita mérito alguno al montaje fílmico y al milagro que constituye esta estupenda película, una celebración del ser humano en sus infinitas opciones de libertad.
Si hubiera que adscribir 1492» a un género sería el de aventuras (sección Fundación de Imperios, existe otra de desapariciones). Los «decorados» naturales (hubo filmaciones en Sevilla, Salamanca, República Dominicana, Islas Vírgenes y Costa Rica), la excepcional y premiada música de Vangelis y los maravillosos actores se unen para lograr una calidad incontestable.
Gérard Depardieu compone un Colón mediterráneo y vividor, mientras que Sigourney Weaver es una reina Isabel espléndida y llena de matices y humanidad. Junto a ellos aparecen en distintos papeles Ángela Molina, Fernando Rey, Juan Diego Botto o Achero Mañas.
Aquel fue el comienzo de un Nuevo Mundo. No se la pierdan.
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