Musculitos Winterbottom
Michael Winterbottom no sólo es un buen director de cine, es también un gran buscador de perlas, y para encontrarlas las busca allí donde haya agua. Y su cine es eso: el resultado de una búsqueda, aunque no siempre traiga consigo la perla. Musical, documental, ... social, intriga..., hasta el «western» o el porno han sido aguas en las que bucear.
«Génova» es una película extraña, que arranca en tragedia, se maquilla de «thriller», coquetea con el melodrama y hasta con la comedia y termina con un signo de interrogación: pero, ¿qué es lo que he visto en «Génova»? Hay muchas respuestas para la cuestión, pero la más evidente tal vez sea: una entrañable historia de pérdida (la madre), de descubrimiento (la ciudad de Génova), de búsqueda (todas esas novedades que esperan al filo de la pubertad, en el caso de las hijas, o las de la aceptación del hombre sin pareja, en el caso del padre) o de culpa (es el sentimiento que inunda a la hija pequeña)...
Winterbottom ganó el premio a la mejor dirección en el último Festival de San Sebastián y, en efecto, «Génova» es una película muy dirigida, incluso dirigida de más, en el sentido de que el trabajo de Winterbottom se sobrepone, se solapa, como si fuera un sombrero, a la mollera narrativa... Tras el arranque trágico, la muerte de la madre, la película se enfrasca en la observación del «renacimiento» familiar de un padre y sus dos hijas. Más que observación: contemplación. La cámara de Winterbottom rastrea los movimientos de cada uno de los personajes, especialmente las hijas, por las callejuelas de Génova, y lo hace con tal sigilo e intención que nunca se va de la pantalla la sensación de amenaza. Una cámara acechante, como venida de otra película más turbia, es la que nos narra esa relación entre padre e hijas, entre ellas y el entorno, y entre el drama del recuerdo y el apetecible olvido en ese cálido y veraniego rincón italiano.
Se excede el director en el filo de su cámara (incluso en las imágenes de playa, de diversión en el agua, espera uno el golpe de la fatalidad) y se le va la mano en las sugerencias fantasmales, con las reiterativas apariciones de la madre a la hija pequeña, obsesionada por el sentimiento de culpa. Hay, pues, como un exceso de músculo, de abdominales, para contar una pequeña y hermosa historia, con unos personajes hermosos y en una hermosa y soleada ciudad.
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