Amor con seso
La industria tiene una deuda histórica con el público adulto, no digamos con quienes pasan de los cincuenta. El tremendo éxito de «Gran Torino», que se ha agarrado como una garrapata a la cartelera mutante, prueba que hay sitio, y mucho, para el cine sin ... superhéroes ni estrellas fugaces con acné. Joel Hopkins, un director joven y casi primerizo, es capaz de dirigirse al espectador canoso con el reclamo añadido de dos protagonistas incombustiblles, de los que no tienen página en Facebook. Sólo por eso su cinta ya merece un mínimo de atención y respeto, aunque al muchacho le haya salido un drama romántico con algunos achaques.
El mayor pecado de la cinta no es su previsibilidad sino, paradójicamente, que ésta no se asuma con naturalidad. Dado que no existe la menor duda sobre el destino de estos dos corazones veteranos, que el romance se aplace media hora no tiene perdón. La intriga, por llamarla de algún modo, se reduce a un par de cruces del destino de manual mientras ambos personajes muestran sus pequeñas miserias. Una vez conseguida la unificación, se constata que la química entre la pareja no es excesiva -el pequeño gran Hoffman, por cierto, le saca 22 años a su compañera; literalmente podría ser su padre-, circunstancia que se compensa gracias a la probada eficacia de ambos en cuanto sienten la presencia de una cámara.
La historia, por lo demás, no se sale de lo previsto. Hopkins, también guionista, aplica las viejas recetas ya contrastadas y se limita a aprovechar el encanto de sus intérpretes. Se habría agradecido un poco menos de respeto hacia ellos y hacia las convenciones, algo más de riesgo. Al final, no basta con dirigirse al público maduro si luego recibe la misma consideración que el juvenil. Digan lo que digan las gráficos de barras, cada persona es diferente y no hay peor error que apuntar a la masa, entendida como un ser informe, carente de voluntad y del todo predecible.
Pese a todo, no sería decente destrozar la cinta, una forma tan agradable como cualquier otra de pasar la tarde, una oportunidad para reencontrarse con dos grandes actores embarcados en un mensaje obvio pero saludable. Sólo para los curiosos: el título original es algo así como «La última oportunidad de Harvey». Aquí se pensaba traducir como «Tenías que ser tú». Ya saben cómo ha quedado.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete