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Las condiciones del cambio vasco

EL Parlamento de Vitoria abrirá hoy una nueva etapa en la historia del País Vasco con la elección de Patxi López como nuevo presidente del gobierno autonómico. La mayoría parlamentaria formada por el Partido Socialista, el Partido Popular y el único diputado de UPyD permitirá a López ser investido en la primera votación. Será entonces cuando el cambio de régimen empezará a ser una realidad, después de un cuarto de siglo de control omnímodo del Partido Nacionalista Vasco, que aún permanece en las Diputaciones de los Territorios Históricos y en la mayoría de los Ayuntamientos vascos. Por tanto, el gobierno socialista presidido por López va a enfrentarse a una tupida red de servidumbres políticas y sociales tejida minuciosamente por el PNV durante muchos años. Las dificultades ya han aparecido antes incluso de que sea investido presidente. Para formar gobierno López ha tenido que recurrir a dirigentes de su partido, a falta de independientes dispuestos a asumir consejerías. La intimidación que pesa sobre los no nacionalistas aún perdurará mucho tiempo, porque no es fácil liberarse de los sentimientos de exclusión y temor impuestos por el terrorismo y la hipocresía nacionalista.

A pesar de todas estas dificultades, López sabe que cuenta con una mayoría parlamentaria que le permitirá introducir los cambios necesarios para que la sociedad vasca viva realmente en una situación de democracia y derechos individuales. Sólo si estas reformas de regeneración democrática son profundas y transformadoras se podrá demostrar a los vascos que el nacionalismo es únicamente una opción política más y no una religión de Estado. Si, por el contrario, el PSE se autolimita su capacidad de gobierno para no irritar al PNV, se perderá la oportunidad de cambiar el rumbo del País Vasco y de gobernarlo como una sociedad moderna y no como una comunidad anclada en la mitología nacionalista.

Ahora bien, la negativa del PSE a formar un gobierno de coalición con el PP pone en las manos de los socialistas toda la responsabilidad de sus decisiones. Es el coste de gobernar en solitario. El PP no puede ser el chivo expiatorio de la falta de fortaleza que pueda sufrir el gobierno de López por las presiones nacionalistas. Presiones aseguradas en cuanto el nuevo lendakari impulse sus compromisos de reformar la policía vasca, los medios públicos de comunicación y el sistema educativo. También, por supuesto, de poner las instituciones democráticas vascas al servicio de la derrota de ETA. El PP debe responder de su apoyo en la medida en que se mantengan las condiciones pactadas para que hoy lo preste a Patxi López en la Asamblea de Vitoria. Hasta ahora, el PP ha tenido un comportamiento ejemplar, que no se corresponde con algunas declaraciones críticas de ciertos dirigentes socialistas, al parecer irritados por tener que pactar con los populares el gran cambio que necesita el País Vasco. Tanto o más que el apoyo del PP, Patxi López va a necesitar el respaldo del Gobierno central y del PSOE. Uno y otro habrán de soportar la precariedad de su mayoría en el Congreso de los Diputados, y no caer en la tentación de sustituir al PP por el del PNV a cambio de estabilidad en Madrid. Es Zapatero, no Rajoy, quien debe cubrir las espaldas del nuevo lendakari frente al PNV.

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