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Zapatero en las Azores

MIENTRAS los ciudadanos europeos, cortitos de entusiasmo, vemos venir las elecciones de junio, las que renovarán la composición del Parlamento Europeo, de lo que se habla en los Ejecutivos de los 27 Estados integrantes de la Unión es de la renovación, o no renovación, de José Manuel Durao Barroso como presidente de la Comisión que, de hecho, es el anticipo de lo que, si llega el día, será un Gobierno europeo efectivo y real. El entendimiento democrático de la Unión es pintoresco. Quizás no pueda serlo de otro modo ante la diversidad de origen, cultura, historia y modelos políticos que enriquece el paisaje del Viejo Continente. De hecho, el euro, la moneda común para menos de la mitad de los europeos, es el engarce que, con supuestos jurídicos imprecisos y cambiantes, mantiene la esperanza de lo que en su día, hace más de medio siglo, soñaron Robert Schuman, Konrad Adenauer, Jean Monnet y Alcide De Gasperi.

Durao Barroso proyecta el aire de bien formada mediocridad que caracteriza a los integrantes de la Comisión y a la legión de paniaguados eurofuncionarios que les acompañan. Es decir, reúne las condiciones para prorrogar su mandato. La mayor parte de los Gobiernos de la derecha establecidos apoyan su continuidad y, con ellos, algunos notables de la izquierda. José Luis Rodríguez Zapatero, por ejemplo. Tratar de entender al líder del PSOE, sus ideas y sus fundamentos, es tarea inútil. Celebro, por ibérico y conservador, la actitud del Gobierno español; pero no olvido que Durao Barroso fue uno de los cuatro integrantes de lo que, con error numérico, se llamó «el trío de la Azores».

Zapatero, desde que lideraba la oposición, no ha dejado un solo día de demonizar a José María Aznar por haberse sentado en la mesa isleña con George Busch, Tony Blair... y Durao; pero ahora encarna a los socialistas europeos que defienden la continuidad del portugués. Átenme esa mosca por el rabo. Tristemente, la nómina de los lideres europeos no alcanza hoy la talla y el talento de los predecesores, los padres de la Unión citados más arriba. Instalados en lo gris y en lo políticamente correcto, descartada la imaginación, Durao es mejor que su predecesor, Romano Prodi. Tiene más entidad y fuste; pero, ¿nos conformamos con eso? Si es así, en aras de la justicia poética, Zapatero le debe a Aznar una explicación. Las Azores siguen estando en medio del Atlántico.

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