«Cosas veredes, amigo Sancho»
Sábado, 02-05-09
NO es cierto que don Miguel de Cervantes nos dejase en el Quijote la expresión «cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras», lo cual no es óbice para que la obra del más importante novelista de todos los tiempos sea un verdadero arsenal de expresiones a las que acudir para calificar numerosas situaciones en la vida cotidiana. Parece ser que la expresión «cosas veredes que farán fablar las piedras» tiene una raíz literaria mucho más antigua que la extraordinaria novela de Cervantes. Al parecer se remonta al romancero derivado del Cantar de Mío Cid, cuando Rodrigo Díaz de Vivar le dice a Alfonso VI, cuando le propone al guerrero conquistar Cuenca: «Muchos males han venido por los reyes que se ausentan...» y el monarca le replica: «Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras» Pero no transitemos por ese camino, ya que no está en mi ánimo la búsqueda de las raíces literarias en ciertas expresiones que han hecho fortuna popular.
Si me he referido a la mencionada expresión porque se trata de una forma con la que señalamos la perplejidad que nos invade al ver algunas de las cosas que ocurren a nuestro alrededor, sería equivalente a: ¡Lo que hay que ver!. Todo esto viene a colación de la pirueta política de Rosa Aguilar quien, en horas veinticuatro, ha pasado de ser alcaldesa de Córdoba y persona de relieve en una organización política a convertirse en miembro de un gobierno de otro color.
Eso tiene un nombre, eso es lisa y llanamente transfuguismo y alguien podría decir que tal cosa no debe producir sorpresa porque ocurre con cierta frecuencia. Sin embargo, lo que me deja perplejo son las circunstancias que acompañan al hecho.
Me llama la atención que Rosa Aguilar pida lealtad y respeto cuando ella no ha tenido ni lo uno ni lo otro con sus compañeros de filas ni con sus votantes; lógicamente me refiero a la lealtad y el respeto político. Me llama la atención que una diputada del PSOE no haya tenido empacho en afirmar que esa decisión es para Rosa Aguilar una forma de prolongar su carrera política. ¡Así nos luce el pelo! Me llama la atención que haya voces, más allá de las que tienen intereses políticos concretos y no les queda otro remedio que ser voceros de lo que toca decir, que públicamente señalen que la decisión de la ex alcaldesa de Córdoba es no sólo correcta, sino encomiable. Me llama la atención que el nuevo presidente de la Junta de Andalucía comience su andadura con tales formas.
Lo de Rosa Aguilar es tan detestable que hasta hubiera resultado imposible en un mundo tan trapacero como el futbolístico, donde priman intereses extradeportivos y hasta inconfesables. A un futbolista que comienza la competición con un club no se le permite jugar contra dicho club durante esa temporada. Alguien podría pensar que Rosa Aguilar no juega contra su antiguo club, pero con su decisión ha dado a Izquierda Unida una puñalada en el corazón porque Córdoba es el corazón político de Izquierda Unida.
También me llama la atención que Arenas le diga a los cordobeses que se echen a la calle porque el nuevo alcalde tiene que ser del Partido Popular. Se equivoca Arenas, el nuevo alcalde será el que decida la mayoría de los concejales que integran la corporación cordobesa. Otra cosa es lo que vaya a ocurrir en Córdoba en las próximas elecciones municipales donde tengo la sensación de que la alcaldía se ha servido en bandeja al Partido Popular.
Este asunto que algunos tratan de presentar como normal en el ruedo de la política y no lo es desde ningún ángulo que se mire, me produce la suficiente perplejidad como para exclamar «¡Cosas veredes, amigo Sancho!».

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