Hazte premium Hazte premium

El mundo visto desde la sorna del noroeste

El mundo visto desde la sorna del noroeste

Antonio era un superviviente de grandes modos narrativos que se asientan en una vertiente humana: alguien con dotes especiales, capacidad para contar, una gran cordialidad y una dosis enorme de ironía. Y las compaginó con una obra importante en la que ya no sólo está el reflejo de esa capacidad coloquial extraordinaria, sino una fuerte conciencia de estilo: la creación literaria es una escritura y en eso Antonio fue muy cuidadoso.

Hay que recordar su mundo poético, ahora que se han publicado sus poesías completas. Te das cuenta de lo afinado que era y lo cuidadosamente extremo que fue en todos los puntos de expresividad.

En la narrativa también es así. Su obra va creciendo y adquiere un tono acerado, pero con los perfiles de lo cordial y lo irónico. Porque en su arraigo hay una doble vertiente. Era muy de sus cercanías y es uno de los escritores que mejor han contado el mundo de su memoria y de su infancia en el Bierzo. Pero también era un inmenso viajero, se pasó toda la vida viajando, acompañado por su mujer maravillosa, Úrsula. Su mirada de creador y su destino humano no le dejaban quedarse encerrado en su pequeño mundo, sino que lo rompían.

Confesaba una sensibilidad de escritor del noroeste, donde tenemos una gran tradición oral y que hace paralelas experiencias tan exuberantes como las de Pereira, Castroviejo o Cunqueiro, siempre próximos a la Europa del norte.

Al cabo, en esa tierra todos fuimos conscientes de las tradiciones, pero hemos sabido eliminar las pautas de nostalgia y hacer nuestras aventuras en solitario, buscando derroteros propios. Pero hay una nota común, intergeneracional: aunque tenemos poca herencia, puesto que hemos construido obras extremadamente personales, nos une la amistad, un lazo que nos sirvió para dedicarnos siempre mutuos reconocimientos. Hay pocas tierras como León -algo que puede haber ayudado a la imagen de un clan leonés- donde haya escritores tan amigos. Hay una casa común. Antonio Pereira y Gamoneda, niños de la guerra, nosotros de la posguerra...

Pero sentir el aprendizaje de lo imaginario en lo oral y buscar más tarde las fuentes en el exterior ha marcado otra pauta para todos. En Pereira hay más una sorna especial propia de un noroeste extremo y cercano a Galicia. Él estaba en esa sintonía galaica.

En España, por la herencia de un romanticismo precario y lastrado por el excesivo costumbrismo, ocurre que fuera de Madrid y Barcelona, cualquier narrativa se calificó de rural. Esto no pasaba en ningún otro país. Ahora, se ha corregido y es momento de reivindicar esa idea de que los grandes mundos están en los pequeños mundos. En la ejemplaridad de Pereira veremos también que la ficción se hace contando, la pura narratividad de construir historias crear personajes, atmósferas, ambientes, emociones, pasiones. Esto está de mucha actualidad este mes de abril, con el maravilloso discurso de Juan Marsé al recibir el Cervantes.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación