Miércoles, 15-04-09
BASTA contemplar la nómina de los altos cargos para descubrir lo escasamente exigentes que son los criterios de José Luis Rodríguez Zapatero en lo que respecta a la selección de personal. Si le aplicara al talento el mismo valor que al sexo, lo que no es mucho pedir, tendríamos parecido número de tontos que de listos, pero la paridad se concreta sólo en los miembros y las miembras que rellenan las cuadrículas del organigrama destinadas a ministros, subsecretarios y sus equivalentes. Así, de ese modo, el PSOE va marginando y olvidando a sus mejores nombres, a los más experimentados y de mejor formación, y cada vez son más frecuentes las patadas hacia arriba que, al modo de la que acaba de recibir Ramón Jáuregui -uno de los más sólidos y capaces entre los diputados socialistas en el Congreso-, ensancha las oportunidades de quienes llegan a ser personalidades sin haber conseguido, previamente, la categoría de personas.
Para compensar, el PSOE dispone de una extraordinaria máquina de propaganda, enriquecida por una gran capilaridad en todas las estructuras del partido que, sin ningún recato y con gran abnegación, tratan de presentarnos como gigantes a quienes ni siquiera son molinos.
Miguel Ángel Heredia es un oscuro diputado socialista que, a pesar de llevar tres legislaturas en la Carrera de San Jerónimo, sólo alcanzó notoriedad hace unos días, cuando la siempre ruidosa y mal educada Celia Villalobos, una de las glorias del PP, le llamó «ladrón» y otras lindezas en una trifulca por la que tuvo que ser llamada al orden por la presidencia de la Cámara. El tal Heredia, representante de los malagueños y buen cumplidor de sus obligaciones como militante, ha colgado en su blog una alabanza a la felizmente cesada Magdalena Álvarez que incita al sonrojo a quienes la lean. Arranca así: «La figura política de Magdalena Álvarez, en términos de implicación con Málaga, está a la altura, sin exageraciones, de Cánovas del Castillo». Toma nísperos, que diría el maestro Campmany. No se puede hacer peor uso de la memoria de quien, como don Antonio, encarna lo mejor del conservadurismo español para glorificar a un personaje tan escaso, creído y zafio. Ni tan siquiera tiene Heredia la disculpa del lugar de la nacencia de los dos personajes de su desgraciada comparanza. Álvarez es de San Fernando, Cádiz. Pero así funciona -para compensar, ya digo- la propaganda socialista.

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