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Un falso culpable

PEDRO Solbes se ha ido con más pena que gloria y no se lo merece. Siempre fue un leal funcionario, pero nunca tuvo poder político real, nunca capacidad de decisión. No se le puede comparar a Rato, ni siquiera a Solchaga o Boyer. Nunca gozó de la confianza del presidente que siempre le colocó detrás un defensa escoba. Ni por edad, actitud, currículum, experiencia o intereses, tenían nada que ver. Su error fue dejarse utilizar sin pedir nada a cambio. Solbes fue, no seamos tan desmemoriados, el principal activo electoral de Zapatero en las últimas elecciones, la imagen de responsabilidad que contraponer a las aventuras infantiles de la primera legislatura. Ese fue el único momento en el que el presidente le necesitaba. Pudo haberse ido entonces y hubiera quedado como un señor. Pudo haber exigido un plan de competitividad y liberalización de la economía española, un ajuste fiscal estructural y se los hubieran tenido que dar. Pero su sentido de Estado, su agradecimiento con el partido socialista que le había sacado del anonimato administrativo para convertirlo en estrella política, pudieron más que su inteligencia y desconfianza mediterránea. Ese fue su error.

Su penitencia, el calvario que ha vivido este año. El presidente no le ha ahorrado escarnio ni crueldad alguna. Se enteraba de las ocurrencias que han pasado como política económica por los periódicos. No ha participado en ninguna de las decisiones importantes. Ha estado al margen de las discusiones sobre la crisis financiera. Hasta le han obligado a reafirmar públicamente sus ganas de continuar, justo la semana antes de despedirle. Y ahora le quieren hacer culpable de la falta de respuesta del Gobierno a la crisis. Qué agradecida es la política, qué limpio y noble el talante y la actitud presidencial. Todo por el bien del partido, Pedro, sé responsable y déjate crucificar, que estamos en Semana Santa.

No hay otra manera de justificar el nombramiento de la vicepresidenta económica que culpar a Solbes de incapaz en la gestión, de convertirlo en un teórico de la economía. El problema es que es completamente falso. Solbes es un gestor experto y un académico de obra inexistente. Su sustitución no busca gestionar mejor sino cambiar la política económica, lo que confirma la dimisión, ayer, de David Vegara. Solbes tiene sensibilidad y memoria de la Transición, sabe que el éxito español son veintitantos años de política económica de liberalización y estabilización. Demasiada memoria para deshacer el camino andado y recuperar la banca pública, la planificación económica, la selección ministerial de los sectores de futuro y los coeficientes obligatorios de inversión. Su resistencia se había convertido en un problema, pero no para la economía española sino para los delirios de un presidente que concibe la restricción presupuestaria como un invento de Aznar y Bush para impedirle cumplir con su justa misión purificadora y que no entiende por qué el déficit público no puede llegar al 12 por ciento del PIB en España si lo hace su amigo Obama y nadie le pone pegas. Alguien debería explicarle, ¿podrá ser Elena Salgado? las ventajas de una moneda de reserva y las obligaciones de una Unión Monetaria.

Elena Salgado es una incógnita. No cumple ninguno de los requisitos que a priori ha de tener un vicepresidente económico. No tiene experiencia internacional ni financiera alguna. Su trayectoria gestora es limitada y si su principal mérito, como nos cuentan, es la ejecución del Plan E, el presidente Zapatero tiene un problema serio, confunde las cualidades y competencias de un buen ministro de Hacienda con los Reyes Magos. El problema no a va ser gastar 8.000 millones, para eso con perdón vale cualquiera, sino decir que no. Zapatero ha abierto la veda del gasto. Pronto veremos si hay vicepresidenta o una mandada.

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