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Zafarrancho de limpieza

CON la única excepción de los miembros y miembras del Gobierno, nadie duda en España que estamos atascados en una situación difícil. En lo económico, acaba de recordar José María Aznar que «siete de cada diez nuevos parados europeos son españoles» y, en lo político, el espíritu confederal y el rencor histórico -las dos grandes aportaciones de José Luis Rodríguez Zapatero- tienen al Estado hecho unos zorros y a la espera de una sentencia del Tribunal Constitucional, de la que ya se escuchan ruidos y filtraciones, que puede complicar la mal pilotada situación de Cataluña después de que, no sin la complacencia y amparo de La Moncloa, se aprobara un Estatuto no concordante ni con la letra ni con el espíritu de la Constitución.

Aznar, encaramado en la torreta giratoria de su fortín, FAES, acaba de presentar una nueva publicación, Ideas para salir de la crisis económica. Según el ex, que no parece resignado a seguir siéndolo, lo más urgente es restaurar la confianza en el sistema financiero; pero, como él mismo asegura, resulta difícil «cuando las operaciones de reestructuración bancaria se diseñan con criterios políticos y sin la necesaria transparencia». Basta con sustituir lo bancario por lo financiero, en gracia a las Cajas de Ahorros, para poder coincidir plenamente con el diagnóstico aznarí.

Las Cajas, más de la mitad del sistema financiero español, son parte fundamental del problema. En su mayoría, viven secuestradas por los poderes locales y/o regionales. Incluso no faltan quienes quieren verlas como «bancos nacionales» de cada Autonomía. Los Bancos, cuando menos, tienen, o pueden tener, el control de sus accionistas y exhiben su temperatura en los mercados bursátiles; pero las Cajas, que no tienen ni dueño ni perrito que les ladre, van degenerando para ser meras herramientas del poder político.

Para restaurar la confianza en las instituciones financieras, especialmente en las Cajas, será necesario proceder a una profunda renovación de sus administradores y directivos. Hay grandes y responsables gestores entre ellos; pero, generalizando, si los mismos músicos interpretan la misma partitura volveremos a escuchar idéntico concierto del que ahora nos espeluzna. Sin llegar a la fumigación, que parece excesiva, urge una limpieza radical de paniaguados, tocados por la discreta virtud de la obediencia política, en la cúspide de las Cajas.

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