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Un presidente para Europa

ENTRE las posibles eventualidades previstas en el azaroso devenir de la reforma institucional europea, desde la redacción del fallido Tratado Constitucional, hace diez años, no era posible imaginar que en el último momento el futuro de la próxima legislatura y de la estabilidad del complejo entramado comunitario estaría en buena parte en manos de un responsable político abiertamente euroescéptico. Las cosas se han sucedido de tal manera que el presidente de la República Checa, Vaklav Klaus, podría hacer fracasar el proceso de ratificación del Tratado de Lisboa y poner a los demás socios comunitarios ante una tesitura extremadamente complicada.

La Unión Europea está lo bastante consolidada para resistir estos embates, y Klaus no puede ignorar sus propios mandatos constitucionales para utilizarlos como quiera, pero es un hecho que la crisis del Gobierno checo y la caída de Topolanek han complicado la situación. A punto de pasar el ecuador del semestre, se puede asegurar ya que la presidencia checa será recordada como una de las más rocambolescas. Por no hablar más que de los aspectos estéticos, no parece lo más conveniente que el nuevo presidente norteamericano, Barack Obama, tenga su primer encuentro con la Unión Europea a través de un presidente del Consejo que ha perdido una moción de censura en su país y cuyo gabinete se va visto claramente desbordado por los acontecimientos en la gestión de los asuntos comunitarios. Si faltaban argumentos para insistir en la necesidad de una presidencia estable para el Consejo Europeo, lo que ha ocurrido en estos tres últimos meses habrá persuadido a los últimos escépticos.

De cualquier modo, los problemas políticos -y, por lo que se vio en el debate en el Parlamento Europeo del pasado miércoles, también el enfoque de la crisis económica- donde mejor se resuelven en en las urnas, y eso es lo que va a suceder en julio próximo. Las elecciones europeas van a ser muy importantes para dilucidar el panorama político en muchos países, pero sobre todo para saber que los ciudadanos europeos siguen teniendo fe en el futuro de la UE. Por desgracia, la tendencia a la abstención ha sido una constante en todas las convocatorias electorales a escala continental. Ahora, en estos momentos de crisis, es necesario que los dirigentes políticos de todos los países miembros actúen con la serenidad y responsabilidad necesarias para no empeorar las cosas.

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