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Aborto: la muerte autorizada

Se está elaborando una Legislación que permite la clarificación de los supuestos hasta hoy contemplados en la Ley vigente.

Vaya por delante, que a mi no me parece bien la forma, descontrolada o falseada, de la aplicación efectiva de los tres supuestos en los que el aborto puede ser admitido como legal hasta hoy.

Julián Marías, verdadero intelectual, y analista de la realidad social, nos dejó dicho que el mayor crimen del siglo XX, ha sido la legalización del aborto.

Curiosamente, cuando más se ha avanzado en el conocimiento científico, es decir, lo que llamamos progreso, y gracias al mismo, se sabe a ciencia cierta -nunca mejor dicho- que hay vida en el seno de la madre desde el momento de la concepción, es cuando, retrocediendo, negamos la existencia de esa vida inicial y consideramos que se puede suprimir.

Y más curiosamente, esto lo dicen, lo hacen y lo quieren extender los que a sí mismo se autodenominan progresistas, cuando en realidad, lo que permiten es hacer retroceder a la sociedad humana.

Además, ellos, los autoproclamados progresistas y que presumen de defender la libertad y en consecuencia la democracia, rompen con ambas impidiendo la libertad de nacer al ser ya concebido y no respetando el sentir mayoritario de la sociedad que se inclina por defender la vida frente a la cultura de la muerte.

Añadamos luego los impedimentos que encuentran los profesionales de la medicina para seguir la esencia de su vocación, salvar vidas y no cegarlas, ante los problemas de hacer viable su objeción de conciencia.

Este proyecto legislativo sobre el aborto, ahonda la división de la familia, primero provocando la desaparición de un ser vivo bajo amparo legal, y segundo, posibilitando que miembros de la familia, mujeres y casi niñas, puedan interrumpir su embarazo sin autorización ni tan siquiera conocimiento de sus padres o tutores.

Lo que de verdad fortalece el núcleo familiar es la confianza entre sus miembros y el mutuo auxilio que entre ellos se produce. En consecuencia, lo que atenta directamente a ese entorno familiar, es el engaño entre sus componentes o la ocultación de la realidad.

Todo esto, muerte provocada en el seno de la madre y ausencias, o engaño, de información a los responsables familiares, conduce inexorablemente a la destrucción del tejido primario de la sociedad que es la familia.

Estamos consolidando un orden social sin respeto a la vida, ni consideración con los integrantes de la familia.

Una sociedad sin familia, es una sociedad sin la estructura necesaria para poder abordar las diversas situaciones que surgen en la convivencia común.

Así que, admitiendo el aborto voluntario, lo que se produce no es sólo la negación al derecho a la vida, sino además un ataque directo a la propia sociedad. Y esto lo proponen los que tienen, como gobernantes, la obligación de hacer que la sociedad y sus miembros puedan gozar de paz y libertad.

Y lo toleran quienes, por su pasividad, no ofrecen una resistencia, consistente y eficaz, en el ámbito social y político.

Ya no valen subterfugios y simulaciones, hay que definirse y, si estás a favor de la vida y en contra de la cultura de la muerte, hay que expresarlo con decisión.

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