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Sara regresa de su infierno en Irak

Apenas recuerda el español y lleva el tradicional pañuelo musulmán en la cabeza. Sara, la niña de diez años que llevaba tres secuestrada por su padre en Irak aterrizó ayer en Madrid después de un largo y arduo proceso de negociaciones. El drama comenzó tras la separación de sus padres, cuando la menor fue llevada hasta Basora por su progenitor con la excusa de que se la llevaba a su país natal para que conociera a la familia paterna «porque le hacía mucha ilusión».

En ese mismo instante empezó el calvario de la madre, la madrileña Leticia Moracho. Ahora no cabe en sí de felicidad. El pañuelo es lo de menos. «Yo no la voy a decir que se lo quite, no quiero agredirla psicológicamente, y si no se lo quiere quitar tampoco me importa», explicó. Porque para ella, tener a su pequeña aquí más que un triunfo, «un milagro». Se observan. Moracho explica que la niña le mira y le sonríe. «Poco a poco va desplegando las alas. Supongo que allí le habrán dicho de todo sobre su madre, que no es musulmana, que come cerdo, que es una infiel, que bebe cerveza...».

A Leticia ahora poco o nada le importa. Después de haberse paseado por platós de televisión en busca de ayuda, de haberse fumado hasta tres paquetes diarios, de haber esperado miles de horas en los recibidores de los hoteles, e incluso de haber contratado a un sicario para que solucionase su problema que le estafó cerca de 40.000 euros, ahora es feliz junto a su pequeña.

Sólo le preocupa la salud mental y física de Sara. Por eso ayer explicaba a los medios que la recibieron en Barajas que es probable que la menor vea a un psicólogo y que lo primero que hará es someterla a un «chequeo médico», ya que es consciente de que le faltan varias vacunas.

Atrás quedan aquellas conversaciones telefónicas mantenidas durante los primeros meses de secuestro en que la niña le decía a su madre: «mamá, no vengas, que aquí hay muchas moscas y está muy sucio». Al escucharla, dice la madre, su corazón se rompía. «Me la imaginaba con el pañuelo, no sabía si podía beber agua potable, si tenía luz... la familia de mi marido era muy humilde, chií, como la mayoría en Basora». «Allí conciertan los matrimonios a los nueve años. ¿Se imagina?», relataba a ABC hace ya más de dos años.

Cultura y ley diferentes

El caso de Sara, como el de otros muchos niños con doble nacionalidad y padres separados que no se ponen de acuerdo, no tenía buen pronóstico. País musulmán, en permanente conflicto, asunto sin resolución... La cultura y la ley de estos países apoyan la decisión de los esposos y de su familia, y en el mundo occidental estos casos son vistos como un rapto salvaje y cruel.

Moracho ha pasado por un auténtico calvario hasta tener a la niña consigo, y en muchas ocasiones se ha encontrado muy sola. Finalmente ha podido recuperar a su hija gracias al embajador de España en Irak, ya que la menor no tenía pasaporte y el embajador logró proporcionarle un salvoconducto.

Durante el viaje hasta Basora permanecieron escoltados «en todo momento» por las fuerzas de seguridad. Viajaron en helicóptero del ejército británico, e incluso les alertaron de que podían ser tiroteados, explica Ep. Leticia viajó hasta Bagdad, donde pudo probar frente a un juez la falsedad del acta matrimonial en la que el padre se apoyaba para conseguir la custodia de su hija. «Cuando lo demostramos detuvieron al padre de la niña y entonces empezaron las negociaciones con la familia de él», explicó el portavoz de la familia, Javier Ángel Preciado.

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