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El circo hace equilibrios con la crisis

El circo hace equilibrios con la crisis

El mundo del circo burla la crisis, al menos, por el momento. Malabaristas, trapecistas y equilibristas encaran el temido 2009 en la cuerda floja, pero con optimismo. Pese a que en tiempos de vacas flacas muchos temen que las familias españolas tiren de tijera y recorten en ocio, el sector ha cerrado la campaña navideña en números negros. De hecho, hay quienes presumen de haber colgado el cartel de «No hay entradas», si bien no esconden su asomo.

«Está yendo extrañamente muy bien. Cuando todos anunciaban que iría mal, nosotros hemos tenido lleno en veinte funciones», relata José María González, director del Circo Gran Fele, Premio Nacional el año pasado. También el madrileño Circo Price, única carpa permanente en España, recogió en taquilla las pasadas Navidades una cosecha «ligeramente mayor» a la del año pasado, con más de 35.000 espectadores y una ocupación media del 70 por ciento. «Aunque desconocemos el porqué, los teatros y las carpas se están llenando... En conversaciones de barra se dice que como la gente tiene menos dinero para viajar, se lo gasta aquí, en la ciudad», relata González, cuya compañía inició, como de costumbre, el año en Valencia.

Sin embargo, desde la Unión de Profesionales y Amigos de las Artes Circenses (Upaac) temen que la burbuja se vaya deshinchando en los próximos meses. «Va a ser un año muy negro, también para nosotros», augura José Palacio, su presidente, para quien los datos de enero no pueden tomarse como representativos. «A principios del año la gente va mucho al circo, sobre todo en las grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, pero luego seguramente vengan meses muy duros; siempre es así».

En cierta manera, el responsable de esta asociación aglutina el sentir de artistas autónomos y pequeñas compañías familiares que, lejos de los focos y las grandes funciones mediáticas, se conforman con vivir «al día».

Piruetas y cabriolas

Tal es el caso de Los Hermanos Moreno, un dueto cómico andaluz formado por Ignacio Santiago, «Willi», y José María Luque, que recorren la geografía española montados en sus monociclos, haciendo piruetas y cabriolas, sabedores de que este año la crisis se lo pondrá más difícil todavía. Su misión: arrancar la risotada a un público huérfano de buenas noticias. «El circo hace falta siempre, haya crisis o no. Es fundamental que la gente pueda acudir a un espectáculo para pasar un buen rato y olvidar sus problemas», afirma Santiago, quien se muestra optimista: «A algunos les va mejor o peor, pero la mayoría sobrevivimos».

«El circo está luchando por renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos, pero también necesita ayuda, señala el máximo responsable de la Upaac, al tiempo que reclama un esfuerzo mayor a las administraciones públicas. El año pasado el Ministerio de Cultura destinó 553.000 euros en ayudas al sector, según fuentes del Inaem; nada comparable con las subvenciones destinadas al cine o al teatro.

El Soleil como referente

Consciente de que no es un buen momento para esperar demasiado de casi nadie, Palacio centra su discurso en obtener, al menos, «más facilidades»; y toma al canadiense Cirque du Soleil como ejemplo del buen hacer. «Ellos son el escaparate para nosotros, pero es que cuentan con subvenciones del Estado, ayudas en publicidad, cesiones de terrenos... Así se hacen los mejores espectáculos», recalca Palacio, quien da voz a ese sentimiento de «olvido» que dice sufrir buena parte del sector. «Aunque parte de la culpa es nuestra, porque a veces hablamos de ir un día con los camiones y los elefantes a sentarnos a la Gran Vía, y nunca hacemos nada», comenta Palacio.

Risoterapia

Esos hombres de nariz roja y zapatos grandes son auténticos promotores de la risa, inflaccionistas del buen humor, que poseen el extraordinario talento de desvelarnos el lado lúdico de las cosas. «El payaso es un provocador de emociones», reflexiona Álex Navarro, «clown profesional», quien se muestra convencido de que «no hay nada tan solemne como para que podamos reírnos de ello». Además de dirigir espectáculos para teatro de pequeño y mediano formato, este barcelonés de 44 años imparte cursillos de formación en artes circenses. Y aunque aprecia un descenso en el número de inscripciones, confía en que se trate de un fenómeno «pasajero».De hecho, apuesta ciegamente por una larga vida al circo español. «Tiene algo que lo diferencia de las demás artes escénicas; es un espectáculo más popular, que conecta menos con el intelecto y llega más al corazón», resume

Que el circo es una disciplina ideal tanto para niños como para mayores es una máxima indiscutible entre los profesionales del mundillo. Tanto es así que las voces consultadas coinciden en resaltar que España ha contado siempre con grandes amantes de la carpa, como Picasso o Miró. Y es que nuestro país goza de una tradición circense centenaria que ha sido capaz de reinventarse cuando ha sido necesario, convienen. Ahora más que nunca, «en estos tiempos en que la palabra crisis está por todos lados, hace falta más circo», apunta Navarro; entendiendo éste como tratamiento terapéutico que «muestra al público el lado amble de las cosas y le permite desconectar», aunque sólo sea durante un par de horas. Y es que ya lo dijo el gran Groucho Marx: "Los payasos funcionan como las aspirinas, pero son el doble de rápidos".

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