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El descabello pierde a un buen Cid

El día nació entoldado y murió triste, como la tarde. La corrida de Manolo González, con los tres hierros de la casa, no se pareció en nada a la de Valencia de unos días atrás y mucho menos a aquella tan fina de hace dos o tres temporadas que se lidió aquí mismo en Castellón y lanzó a José María Manzanares. Muy desigual de fondo y hechuras, careció de ritmo y clase y otras cosas. El cuarto, bastote de apariencia, acarnerado y voluminoso, embistió con continuidad y entrega en la izquierda engrasada de El Cid, que dibujó una buena y ligada faena prácticamente entera al natural. Precisa muñeca la suya en el manejo de los vuelos. Hermosos pases de pecho barriendo el lomo. Había premio seguro, pero media estocada muy tendida lo incitó ¿precipitadamente? a descabellar. Entre que el toro tenía la muerte muy tapada y que a veces da la sensación de que a las cuadrillas las paga el enemigo —¡ni un capote abajo hasta el séptimo golpe de verduguillo y a pesar de los arreones!—, Cid se encasquilló hasta en quince ocasiones. Adiós al triunfo. Y con lo bien que había matado al pegajoso y andarín primero, que no lo dejó estar. El mundo al revés.

Faltó tensión

Otro toro más que válido fue el tercero por el pitón derecho, aun sin terminar de humillar. Manzanares compuso una obra de más a menos, con momentos de empaque que se difuminaron con el tiempo. Faltó tensión. Se la puso al sexto, que manseó, que unas veces embestía así y otra asao. La faena, pese a la actitud más arrebatada que comprometida, resultó monocorde. José María Manzanares no es un torero vulgar ni de lejos y por tanto suena raro este paso por Valencia y Castellón.

Fandi se aplicó con profusión en las chicuelinas, en un galleo al segundo, en un quite por el mismo palo, en otro intercalado con tafalleras en el quinto, que apretó con arreada mansedumbre con los palos en agotadoras carreras con la mano en la testuz. Más carreras que lucimiento a la hora de clavar. No pegó ni un pase y le solicitaron la oreja con fuerza. El palco se resistió al surrealismo. Fue mejor toro el suyo anterior, humilló más. O eso se intuyó por el izquierdo. A saber. ¡En esas manos!

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