Tinta, pólvora y lobos en Bilbao
La exposición «Quiero creer», gran retrospectiva del artista chino Cai Guo-Qiang que se inaugura hoy en el Museo Guggenheim de Bilbao , bajo el patrocinio de BBVA, ha tenido ya un largo recorrido que comenzó, ahora hace un año, en Nueva York (donde fue la segunda más visitada de la historia del Guggenheim) y luego recaló en los Juegos Olímpicos de Pekín, donde el artista desempeñó un papel fundamental a la hora diseñar los efectos especiales y visuales de sus ceremonias. Una palabra resume la impresión que causa en el visitante: espectacular.
Alexandra Monroe, comisaria de la exposición. trazó una semblanza de Cai Guo-Qiang, cuya trayectoria comienza en plena Revolución Cultural maoísta y que, tras la muerte del anciano dictador chino, continuará en Japón, para instalarse por fin en Estados Unidos, donde reside actualmente. Se trata de una propuesta artística de gran radicalidad, que enfrenta tradición y modernidad como un reto pero, también, como un diálogo entre Oriente y Occidente, y que nunca abandona una perspectiva política y social. «¿Cómo definir lo moderno en un artista que no es occidental? -se preguntó Monroe, para concluir-: Nos sugiere una paradigma cultural nuevo que se está produciendo con la globalización».
Dibujos con pólvora
La comisaria explicó después que este artista ha ido desplegando su obra en cuatro vertientes distintas: los dibujos con pólvora y los grandes proyectos pirotécnicos de explosiones públicas. Y es que la pólvora fue descubierta por los chinos, que no vieron su aplicación militar, sino médica, por eso la llamaron «elixir de la inmortalidad», y también su uso festivo: los fuegos artificiales. Las grandes instalaciones y, por último, los proyectos sociales.
¿Por qué «Quiero creer»?: «Busqué una frase que resumiera mi actitud -respondió el artista- frente al arte y la tecnología que uso. Y muestra, además, mi curiosidad. Cuando era niño, sentía una gran curiosidad por el mundo no visto y por la medicina. Luego sentí que los artistas tenían que ser algo así como chamanes. Además, ese título sirve como resumen de mi experiencia por todo el mundo: he visto muchas contradicciones y me siento indeciso».
«Comencé -añadió- primero a trabajar con tinta y óleo sobre lienzo. Luego incorporé la pólvora, que es un elemento fundamental para los chinos. Lo que me interesaba era la idea de las explosiones porque, para mí, el arte tenía que ser abierto e impredecible, y las explosiones aportan espontaneidad y falta de control. Al principio no pensaba en las grandes explosiones sino en unas de medida humana . Luego comenzaron los actos sociales, y fue como si el niño se divirtiera y además esperara que algo importante fuera a pasar».
En las instalaciones «importa el tiempo y el espacio». Los 8 coches suspendidos en el atrio del museo buscan el recorrido secuencial de una explosión. En el «Patio de la recaudación de la Renta» de Bilbao, las estatuas de arcilla «representan a los campesinos maltratados por los terratenientes, y van evolucionando con el paso del tiempo».
En fin, una exposición espectacular en la que, además de la obra realizada con pólvora, y numerosos vídeos de las grandes explosiones públicas (no sólo de las 29 huellas durante la inauguración de los JJOO, sino también la extensión de 10.000 metros de la Gran Muralla gracias a la pirotecnia), los visitantes pueden contemplar, entre otras, la imponente instalación «De frente», compuesta por 99 réplicas de lobos que corren por el cielo y se estrellan en un cristal, que al realizarla en el Deutsch Guggenheim de Berlín, tuvo el grosor y la altura del Muro que separó Europa, y que puede simbolizar, en palabras de Alexandra Monroe, la marea totalitaria, nazi o comunista, a la que a veces se abandonan los hombres.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete