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Mirar el colmillo pequeño

Con estos tipos de Hollywood hay que andarse con mucho ojo y estar tan atentos como con los bancos o facturas de hotel. Mejor leerles la letra pequeña o te dan gato por liebre. Pasa con este «Underworld III». Va uno con la mayor ilusión del mundo, que es la que te llevó a ver las dos anteriores: mirar el óvalo de la cara perfecto y el cuerpo de diosa de Kate Beckinsale. Y se pone uno a mirar y remirar y que esa vampira de ojos azules te suena pero... no parece Beckinsale. Y, a fuerza de tanto observar, la mirada no es la misma y finalmente te das cuenta de que te han puesto una doble, que vas con la ilusión de un niño y el único que repite es el pesado ese que entrevista a Nixon y hace de Tony Blair (Michael Sheen) y al que da grima ver en la pantalla porque tiene rostro de muñeco bebé y parece Chucky de mayor.

Así que, perdida la magia inicial, te tienes que conformar con la grandiosidad del contorno, los azules oscuros que presidieron con estilo las dos anteriores entregas y un remember en los tiempos para explicar la génesis del problema. Los amores que luego perdurarán ya han comenzado y la sombra de Shakespeare en su «Romeo y Julieta» vuelve a presidir ese amor-odio entre vampiros y licántropos. Ahora, la balanza se decanta más hacia los lobos, héroes sin heroína. Que pena.

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