La amenaza fantasma

Media hora más tarde de lo previsto y rodeado por media docena de guardaespaldas, aparecía en escena el gran protagonista de la jornada: Andy Ram, un tenista israelí de segunda fila, pero cuya llegada al complejo tenístico de la capital árabe se acercó bastante a la de un Jefe de Estado. «Fue agradable entrar con los guardaespaldas al estadio, es una experiencia diferente estar controlado por ellos 24 horas al día», señaló Ram.

Antes, había estado recluido en un vestuario exclusivo, mientras una legión de policías examinaba las gradas en busca de artefactos explosivos y registraba a las 200 personas que se habían dado cita en la pista con unas severas medidas de seguridad. Nada de bolsos, teléfonos móviles o botellas de agua. Cualquier objeto podía ser una amenaza, así que, mejor dejarlos fuera.

En medio de toda la parafernalia surgió el tenis. Un partido de primera ronda del torneo de dobles en Dubai que acabaron ganando el español Ferrer -que por la mañana se había metido en cuartos de final del cuadro individual tras ganar al alemán Kohlschreiber en dos sets- y el ruso Safin y en el que el juez de silla evitó pronunciar el nombre del israelí en ningún momento. «Será un problema del micrófono», ironizó un supervisor de la ATP. Era lo de menos. Ram ya había hecho historia con sólo saltar a la pista. En su despedida, el tenista fue aplaudido por una decena de aficionados, a los que agradeció el apoyo mostrado durante una «rueda de prensa» celebrada en el vestuario, con la única presencia de un periodista... y sus seis «ángeles de la guarda». Otro esperpento más en un día tristemente histórico para el mundo del tenis.