Se ha jugado su vida en programas de ayuda humanitaria por emdio mundo: de la frontera iraní a guerras y guerrillas, entre ciclones devastadores, y jamás olvidará a niños de 3, 4 o 5 años decir: «Queremos ser mártires»
Una década de admirable cooperación
Antes de desplazarse a los Territorios Ocupados, Óscar Butragueño (36 años) coordinó las emergencias de Unicef en Bangladesh y las de Acnur en la frontera de Ecuador con Colombia, Irán y Albania durante la crisis de Kosovo
Actualizado Miércoles, 18-02-09 a las 09:43
-Una de las primeras israelíes que conocí me preguntó dónde trabajaba. Era una inmigrante rusa. Al responderle que en Unicef, se sorprendió. Me dijo: «Realmente, el trabajo de Unicef en favor de la infancia es fundamental porque a mí me inculcaron el odio desde pequeña, y es tan difícil cambiar, comprender al otro...».
-¿Trabajando con la infancia, a ambos niveles, ora en la parte palestina ora en la israelí, es como se puede cambiar ese discurso de violencia, muerte y odio al otro?
-Hay un problema de comprensión. No debemos victimizar ni a una parte ni a la otra, sino ver cómo dos pueblos que habitan allí pueden vivir juntos y crecer en un futuro de paz, que les beneficie a ambos. Hay mucha gente que añora, que anhela la paz.
-¿Qué no les dejan introducir en Gaza?
-Por ejemplo «kits» de recreación: muy importantes para el trabajo psicológico-social con adolescentes, para reducir la violencia y darles una esperanza. Y todo lo que tiene que ver con educación.
-¿Y medicinas?
-Estamos lográndolo, pero había un déficit de un 40% de las esenciales. Faltan alimentos, combustible, que afecta tanto a la producción de electricidad como a los servicios de saneamiento. Entonces, 80.000 metros cúbicos de agua saneada van directamente al mar. Y medio millón de personas se quedan sin ella.
-¿Cómo es recibida Unicef en la Franja?
-Entendemos que bien. Los días de la ofensiva sobre Gaza han sido complicados, pero al segundo ya se dieron «kits» de resucitación para tratar a víctimas, generadores para bancos de sangre...
-¿Por qué la infancia siempre es la más castigada en toda miserable guerra?
-Desgraciadamente, un tercio de las víctimas y de los heridos han sido niños, unos dos mil: muchos de ellos han sufrido amputaciones porque no había equipos de oxigenación, lo que hizo que las decisiones médicas tuvieran que ser, a veces, muy radicales. A largo plazo se generarán necesidades de rehabilitación y recuperación, tanto física como psicológica-social, muy importantes.
-¿Cuál es la mejor arma de Unicef?
-Estamos determinados a basar nuestros programas desde la Educación: asegurar que a través de las escuelas se pueda volver un poco a la normalidad, y devolver la infancia a esta niñez que ha sido robada. Estos conflictos roban la infancia, desgraciadamente.
-Usted ha visto cosas que su buena conciencia no olvidará. ¿Lo más terrorífico?
-Niños de tres, cuatro o cinco años diciendo: «Yo de mayor quiero ser mártir». Eso es terrible, un grave problema. Y personas que con ocho, nueve o diez ya se empiezan a comportar como adultos. A largo plazo, socava las oportunidades de paz. Desde Unicef queremos evitar que haya otra generación perdida que mine las oportunidades de paz en el futuro. Por eso tenemos que actuar, a pesar de las dificultades de acceso. Necesitamos soluciones creativas para que no haya restricciones de entrada de personal humanitario, y suministros.
-Unicef, ¿de qué lado está?
-Nosotros, como agencia de Naciones Unidas, debemos ser neutrales y pensar en el bien de la población, y trabajar de un modo que en el futuro se pueda construir la paz. Gaza ha sido, es, el teatro de un gran conflicto político, que tiene unas causas que están mucho más allá de lo que un agente individual pueda hacer. Debemos tener una visión de ir un poco más allá. Comenzar a construir una generación que cuando crezca sea de paz, y que no piense que la violencia es su único modo de vida.
-¿Ha temido usted por su vida?
-Forma parte de los gajes del oficio. Obviamente, no hay que actuar solo. Tenemos que econtrar la balanza justa entre dar servicio a la población que asistimos y preocuparnos por la seguridad.
-¿Les protege algún Ejército?
-No. Naciones Unidas, en la mayoría de las situaciones, no lleva ningún tipo de escolta para no socavar nuestro elemento de neutralidad.