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La caza

MONTECASSINO

Hace unos días, un antiguo diplomático y ministro, gran persona y buen coleccionista de pintura, me ofreció ir a un puesto de caza en una de sus fincas. Vio mi cara y la de mis amigos, escuchó mis excusas de poco diestro, supo que ... sólo había disparado Kalashnikovs en alguna boda en los Balcanes y modificó su invitación. Creo seguir invitado, pero sólo al aperitivo. No tengo nada contra los cazadores. Los tengo en la familia. Entre ellos estaba mi prima Loyola, que dejó de cazar cuando fue nombrada ministra de Agricultura. Por respeto a esa parte de los españoles a los que la caza irrita. Pensó que representar a todos los españoles en un Gobierno exigía el sacrificio de no herir a nadie innecesariamente con sus aficiones. Es esa sensibilidad hacia el prójimo que ya nadie se permite. Tan diferente a la miseria que desplegaron aquellos que urdieron unas acusaciones contra ella que se revelaron totalmente falsas después de minarle la salud.

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