«Locus amoenus»: la lírica medieval en una edición de antología
MANUEL DE LA FUENTE
MADRID. Asedios, hambrunas, guerras, penas y penurias, bosques demasiado encantados, enfermedades, oscuridad. Eso parece siempre contarnos la historia de ese largo y a menudo tan desconocido periodo llamado Edad Media, siete siglos entre la caída del Imperio Romano y el Renacimiento, ... siete siglos en los que se cuenta que nuestros antepasados no dejaban de clamar a los cielos: «Peste y carestía». Sin embargo, aquellos pastores y nobles, príncipes y mendigos, siervos de la gleba y señores, soldados y capitanes, princesas y posaderas también supieron encontrar su lugar en el mundo, su locus amoenus, ese sitio agradable donde buscar el esparcimiento del cuerpo y el espíritu, dejarse seducir por las notas nacidas del flauta del dulce dios Pan, y ponerse a cantar y a contar a los cuatro vientos.
Jenaro Talens y Carlos Alvar
Locus amoenus, lugar de solaz, a la orilla de un riachuelo, escanciados los ánimos y el gaznate con algún caldo de la tierra y unos buenos versos. Locus amoenus, paraíso en la tierra, paraíso por horas y título también de un libro que transpira sosiego, que es una tentación: «Locus amoenus. Antología de la Lírica Medieval» (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), cuya primorosa y exhaustiva edición ha corrido a cargo del poeta, traductor y catedrático de Literaturas Hispánicas Jenaro Talens, y de Carlos Alvar, catedrático de Literatura Española Medieval y destacado filólogo.
«Con esta obra, hemos pretendido escapar de esa tópica visión de que en la lírica medieval sólo existe la lengua castellana, aunque más de la mitad del libro se dedique a ella. En aquellos siglos, España era aún una entelequia y queríamos ver y dar cuenta de la variedad y la diversidad enormes que existieron», explicó Talens. «Es cierto -apostilló Carlos Alvar-, como a la propia gente de entonces le gustaba decir, la época medieval era un crisol de culturas, un mezcla enriquecedora».
Por eso, están representadas en la «Antología» todas las líricas que alimentaron la poesía peninsular. Por orden de aparición: poesía en latín, árabe, hebreo, mozárabe, provenzal, galaico-portugués, castellano y catalán, todas ellas en versión bilingüe. «Locus amoenus», ese lugar de paz, ese lugar apacible, ese territorio que tan cristalinamente surca el arroyuelo de la poesía.
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