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Una extraña recepción

Una extraña recepción

Casi todo el mundo procura recibri a sus invitados en las estancias más agradables de sus casas. Pues lo mismo les ocurre a los miembros de la Familia Real, aunque, en su caso, no es extraño que las instalaciones que visiten huelan a pintura reciente, porque la víspera se han hecho algunos retoques.

La excepción ha ocurrido en el último viaje del Rey a Libia, donde el líder Muammar Gadafi le recibió en unos lugares un tanto extraños. Primero le dio la bienvenida ante la residencia que bombardeó Ronald Reagan en 1986 y que, 23 años después, sigue en ruínas.

Al día siguiente, la cita fue en una jaima, rodeada de dromedarios y cabras, instalada en los terrenos de su palacio. Por dentro, las alfombras que cubrían el suelo se fueron llenando del barro que arrastraban los zapatos y, sobre ellas, habían plantado varios radiadores eléctricos y una gran televisión panorámica.

En unos sillones, difíciles de clasificar, Gadafi se apartaba las moscas mientras hablaba con don Juan CArlos y los 15 empresarios que le acompañaban. Fuera, junto a las lonas, se podían ver los aparatos de aire acondicionado. Claro que hay en Libia palacios y salones muy lujosos, como el del ministro de Exteriores, que tuvimos ocasión de visitar, pero el objetivo de Gadafi era ofrecer la imagen de que sigue siendo un beduino del desierto, aunque solo lo sea de cara a la galería.

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