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Desfile de bellezas por la alfombra verde de los Goya

MADRID. Paz Vega llegó, se dejó fotografiar y pasó de desfilar por delante de la prensa para contestar las fruslerías que se suelen preguntar en este tipo de actos (¿de quién es tu vestido? ¿cómo llevas el embarazo? ¿y tu amigo Morgan Freeman?). Todo el mundo, incluso las estrellas de Hollywood, pasan por el trámite (Maribel Verdú no, pero porque estaba en el teatro y no tuvo tiempo de llegar al momento de la alfombra verde). El caso es que esperar a Paz Vega era como esperar a Godot. Absurdo. Olvidado. Como si no tuviéramos artistazas con las que entretenernos (y a las que entendemos mejor). Por ejemplo, la gran Ana Wagener, nominada como actriz revelación por su gitana de «El patio de mi cárcel». La canaria no es sólo una enorme actriz, es también La Voz (de doblaje). Una la escucha hablar, cierra los ojos y se imagina que tiene al lado a Lorelai Gilmore o a Lynette Scavo.

En defensa de Paz Vega hay que decir que en el interior del Palacio de Congresos había goteras, que en algunos tramos del paseíllo la moqueta verde hacía chof-chof y que no querría mojarse su vestido rosa palo, vaporoso y corto de Hannibal Laguna con el que entregaría el premio a la mejor actriz («las compañeras candidatas son...»). Lo entregó a la elegante y delgadísima Carme Elias por «Camino». Qué estupendo esternón, qué bonito vestido de la diseñadora mallorquina Cortana.

Entre las actrices, starlettes y otras (y otros: ¡el Risitas!) las había más o menos vestidas. Mar Saura, casi en cueros con un versace. Penélope Cruz, de encaje de Chanel y raja en la falda, sencilla a la par que monísima. Belén Rueda, extraordinaria con un vestido blanco de Carolina Herrera con tirantes de hojas adornados de cristales rojos. Un vestido que mezclaba el liso con los volantes. Belén tiritaba muy digna en el paseillo mientras atendía a la prensa. Es una forma como cualquier otra de mantener las carnes prietas. Cosa que también le pasaba a Mónica Mira, compositora y mujer de José Corbacho, embutida en un vestido de Devota & Lomba amarillo muy generoso a la hora de mostrar el escote (a punto de desbordarse). Quizá el más generoso junto al de Lina Romay, la mujer de Jess Franco. Claro, que el hecho que quedara (mientras empujaba la silla) justo a la altura de la cabeza de Franco le hacía robar todos los planos. Lo que eché de menos para dar ambiente setentero a la aparición del gran Jess Franco fue «Jefe Ironside», la canción de Los Mismos (por ese estribillo de «En silla de ruedaaas»).

Además de las de los socialistas que de vez en cuando se dejaban ver (ministros aparte, Rafael Simancas escondiéndose, Eduardo Madina pasando por donde las estrellas y Leire Pajín mucho más, diciendo que su vestido era de Hannibal Laguna), la aparición más curiosa fue la de la extraña pareja formada por Chesu Puente (de Dianne Von Furstenberg) e Isabel Sartorius, ésta guapísima y con un vestido gris de escote en pico de Paco Rabanne que olía a vintage y a armario familiar. Nadie va de Paco Rabanne, lo que la hace merecedora al premio a la más original. Aunque acompañada en el galardón del marido de Assumpta Serna que, como es escocés, llevaba falda (pero negra, no de cuadros, que una gala es una gala).

Ya llegada la hora de empezar la gala y después de hablar con Benicio del Toro (recién llegado, hacía seis horas, simpático y un poco espesillo) una de las peridodistas va y dice: «Yo quiero que venga ya el Duque», que como bien sabemos no es ya John Wayne. No sé, al final voy a tener que disculpar a Paz Vega con lo de no querer hacer el paseíllo.

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