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Messi auxilia al Barça más flojo

Hubo Liga hasta que apareció Messi. El Barcelona más gris del año renació cuando el argentino entró para arreglar el desaguisado y mantiene su distancia sideral con el segundo, que hubiera sido igual de considerable pese a la derrota catalana. Sin embargo, triunfos como el de ayer ante el Racing valen más que cualquier otra goleada porque refuerzan la moral del equipo y minan la de los perseguidores, que no encuentran el día para acercarse, aunque sólo sea un poquito, al estratosférico líder. La Liga seguirá siendo «aburrida» por Messi.

Nadie mejor que el sensacional extremo para marcar el gol 5.000 del Barcelona en la historia de la Liga, precisamente en el mismo escenario en el que Parera estrenó ese casillero hace sesenta años (campaña 1928-29). Andaba asfixiado el Barça y Messi necesitó únicamente cinco minutos para neutralizar el tanto de penalti de Zigic -el primero en contra de los catalanes en lo que va de curso-. Luego se recrearía con un golazo tan definitivo como inolvidable por la mística que conlleva esa cifra.

El Barcelona baja el ritmo

El Barcelona redujo una marcha en Cantabria. Es comprensible que baje el ritmo después de una primera vuelta insuperable, pero es cierto que últimamente le cuesta un pelo más resolver sus compromisos. Expuso puntos débiles ante el Español en Copa y fue más vulnerable si cabe ante el Racing, al que sólo le ganó por la vía de las individualidades. Se atascó en la creación, se movió más lento que otras tardes y de los delanteros no hubo noticias hasta que emergió la figura de Messi. Ni Henry, ni Iniesta ni Eto´o, especialmente opaco.

Vio pronto el Racing el camino para minimizar al Barça. Le esperó retrasado y buscó a Pereira con balones largos con el beneplácito de una zaga especialmente contemplativa ante la ausencia del capitán Puyol. Con este sencillo recurso, dispuso de la oportunidad más clara de la primera mitad, desbaratada entre Víctor Valdés y el palo, y provocó luego la pena máxima que daba ventaja al Racing.

Seguramente ese gol llegó demasiado pronto, justo a los diez minutos de la reanudación. Ante la adversidad, Guardiola echó un vistazo al banco y vio recogidito a Messi, protegido de la lluvia que empapó el césped de El Sardinero. Lo que vino después ya se ha contado. Sólo hace falta que esté el argentino en el campo para que cualquier rival se atemorice. Y por ahí murió el Racing, que, en vez de buscarle las cosquillas a un Barcelona desaparecido, prefirió cerrar la puerta y vivir de la renta. Se olvidó de echar la llave y murió.

Aun con ventaja, el Barcelona se complicó la vida. No pasó apuros porque el Racing no creó peligro, pero acabó con nueve por las expulsiones de Rafa Márquez y de Gerard Piqué. Sin embargo, hasta en las malas tardes gana el Barça. Tiene ventaja, tiene a Messi.

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