Las chicas son (más) guerreras
MANUEL MORENO
TOLEDO. Dicen que no son muchos los casos, pero en los institutos de Educación Secundaria de la provincia los profesores están preocupados porque ha descendido la edad en la que algunos alumnos han perdido el respeto por la autoridad o resuelven sus conflictos, ... dentro o fuera de clase, con una violencia inusitada. El listón ha bajado ya a los trece y catorce años (primero y segundo de la ESO), «aunque no son muchos los casos en los que se humilla al compañero de clase», afirma un docente con años de experiencia.
Si ya es llamativo este descenso, todavía causa más asombro el intercambio de papeles. «La violencia de las chicas es tan fuerte o más que la de los chicos. Es sorprendente. Son capaces de tirarse de los pelos, abofetearse o insultarse en la calle por un novio o por lo que sea, pero hasta unos niveles peor que los chicos en algunos casos», explica el director de un instituto donde el índice de conflictividad de los alumnos en las aulas, sin embargo, ha disminuido en los últimos años.
El agravio, para otro día
Los problemas pueden surgir los fines de semana en la calle o en la discoteca, pero el agravio se lo guardan para otro día. «Una chica, ahora mismo, puede ser tan violenta como un chico, y es que a esas edades se nota mucho porque los chicos, por lo general, no se han desarrollado todavía, son bajitos, mientras que ellas, en algunos casos, son unas mujeronas y esa diferencia física es mucho más notoria», opina otro profesor, quien añade que estas actitudes violentas van emparejado con el nivel cultural de las chicas y el ambiente familiar que les rodea, en el que no se cuidan demasiado las formas ni en casa ni en el exterior.
La violencia entre alumnas está originada muchas veces por relaciones anteriores. «Es muy frecuente que chicas que han sido muy amigas terminen a tortas y luego, de forma sorprendente, las familias o se denuncian unas a otra o se enfrentan», recuerda un docente que ha vivido algunos casos.
La teoría de otros profesores consultados es que esta violencia surge de malas relaciones o de falta de comunicación. «Hay una desajuste entre lo que se interpreta y la falta de comunicación. Muchas veces son cosas que han pasado fuera del centro, en la mayor parte de los casos, y que no se han solucionado adecuadamente. Esto genera como un resquemor, alimentado por comentarios de otros alumnos, que conduce a cosas no habladas», explica otro.
La frase de un juez de menores
Para intentar poner coto a estas situaciones existen los denominados «proyectos de mediación», como el del Instituto de Educación Secundaria «Condestable Álvaro de Luna» de Illescas (800 alumnos), que lleva en marcha cinco años y fue uno de los pioneros en Castilla-La Mancha.
«Cada chico implicado en un conflicto elige a otro compañero como mediador para solucionar un conflicto, éstos lo hablan y al final llegan a conclusiones. Muchos de los casos se solucionan y luego son más o menos amigos y, si no, por lo menos lo han verbalizado y eso se elimina», cuentan en el centro, donde tienen media docena de casos cada curso académico. Aquí también se celebra el día de la Mujer Trabajadora y en mayo hay unas jornadas de convivencia, con lo que se crea un «buen ambiente» entre los estudiantes y también con los profesores.
Y en medio de todo esto está internet como el medio que muchos estudiantes emplean para insultarse. «Hay dos grandes males: por un lado, el absentismo escolar, del que nadie dice nada, y, por otro, el uso de internet con la excusa de los estudios. Los padres deberían supervisar el uso que el niño hace de su ordenador en la habitación hasta que cumplan los 17 ó 18 años», advierte el jefe de estudios de un instituto. También se queja de que la duración máxima de las sanciones académicas, uno de sus principales elementos de disuasión, ha disminuido a los quince días.
Algunos docentes no están de acuerdo con una frase del conocido de un juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, quien dice que si se sanciona en el centro, se está evitando que él sancione luego. «Es la primera vez que lo he oído. Son dos ámbitos diferentes. Tú estás en el centro y sancionas una actitud que ocurre dentro del instituto y en tu ámbito, pero esto no inhabilita para que luego la denuncia llegue a su curso», opina un profesor.
Hay casos de violencia dentro o fuera de las aulas que también alcanzan a las familias, aunque muchos padres desconocen lo que hacen sus hijos fuera de casa. El curso pasado, una chica procedente de un colegio privado coincidió en un instituto público con una conocida que la pegó. La agresora fue sancionada por el centro, del que se marchó sin ninguna lesión, pero su madre se presentó en el instituto al día siguiente con un parte de lesiones para exigir que se sancionara a la víctima.
«Las familias se implican en esto hasta unos niveles..., no se lo toman bien porque los padres nunca reconocen que sus hijos han hecho algo que está mal. Es uno de los graves problemas que tenemos ahora. La ausencia de responsabilidad de los adolescentes lleva a este tipo de cosas. Los padres cubren las malas actuaciones y disculpan a sus hijos, que no asumen sus actos», explica un profesor veterano.
Los centros han tenido que tomar medidas, como llamar a la Policía o la Guardia Civil, dependiendo de la jurisdicción, para que estén presenten en las salidas y entradas de los alumnos con el fin de evitar conflictos. En la capital de Toledo, la Policía Nacional está visitando los centros de Secundaria para exponer su plan director de seguridad en el entorno escolar con un objetivo primordial: evitar las peleas. Aunque en algunos institutos todavía les esperan.
Puertas para controlar
Pero hay situaciones que chirrían. Se dan casos en los que los estudiantes han hecho «novillos» y han sido sorprendidos por sus padres, que exigen luego responsabilidades al centro porque tienen la puerta abierta. Por eso en varios institutos se han instalados sistemas de apertura electrónicos.
Los datos que manejan en la Delegación Provincial de Educación indican que no hay un incremento de este tipo de violencia, sino que son «casos puntuales» en determinados momentos y en determinadas poblaciones, según su responsable, Francisco José García Galán. De la misma opinión son los portavoces de la Policía Nacional y de la Guardia Civil.
«Sí que es verdad -añade García Galán- que existen, principalmente en la Sagra y en Toledo capital, aunque son casos puntuales que hay que atajar y de ahí viene toda la normativa que hemos publicado, como el Plan de Convivencia», El delegado de Educación subraya que «no hay ningún patrón hasta ahora que defina que si se da una u otra situación vaya a ocurrir un caso»
En la Consejería de Educación existe una oficina en la que padres, alumnos y centros pueden llamar para resolver los asuntos lo antes posible. Además, está el Observatorio de la Convivencia, donde hay representantes de todos los colectivos y se hacen estudios para conocer la realidad. «Está empezando a dar sus frutos», afirma García Galán, quien se lamenta de que si los casos de violencia se producen fuera del centro, «es muy difícil que la delegación pueda hacer algo».
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