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«Éramos la sarna del pueblo y como tal nos comportábamos»

El escritor y periodista barcelonés Kiko Amat recrea sus andanzas adolescentes en el extrarradio barcelonés en una vibrante e irónica novela repleta de canciones de Generation X, punks miopes y rechonchos y Skinheads Por La Paz

«Éramos la sarna del pueblo y como tal nos comportábamos»

La adolescencia, ese inframundo. Esa enfermedad que solo se cura con el paso del tiempo. “Ese asunto sórdido que son los 17”, como asegura el periodista y escritor Kiko Amat (Sant Boi del Llobregat, Barcelona, 1971), quien viaja en “ Rompepistas ” hasta 1987 para rehacer los pedazos de “ese momento excepcional en el que a todos los efectos eres un niño pero haces majaderías de adulto; un punto extraño e indefinido”.

Más extraño todavía si vives en Sant Boi, un pueblo del extrarradio de Barcelona con dos manicomios y seis bares en cada manzana, tus amigos son un punk rechoncho y una decena de Skinheads Por la Paz –así, tal cual- y en tu cabeza no paran de sonar canciones de Generation X, The Damned y The Specials . “Éramos la sarna del pueblo y como estábamos convencidos de eso, así era como vivíamos. Los discos eran la única posibilidad que teníamos de acceder a algo bonito”, explica.

La historia de un punk miope

Éramos. Así, en plural. No un plural mayestático ni retórico, sino uno mucho más real: el que se refiere a ellos, sus amigos, los Niños de Las Botas. Porque, que quede claro, “Rompepistas” es la historia de un punk miope que tiene un grupo llamado Los Duelistas, pero también es la adolescencia del propio Amat narrada con disimulo, como quien tira una piedra mientras mira hacia otro lado. “No es biográfica, pero no lo es a la manera de John Fante , donde la separación entre realidad y ficción es mínima”, asegura el autor sobre una novela que cierra de un portazo esa trilogía centrada en la adolescencia y juventud que completan “El día que me vaya no se lo diré a nadie” y “Cosas que hacen BUM”. “Los libros que he hecho antes eran una manera de llegar a esta historia”, reconoce Amat.

Y, como en sus dos obras anteriores, “Rompepistas” destila intensidad, humor bruto, romanticismo burlón e ironía de andar por el barrio. Ni rastro, eso sí, de todas esas referencias culturales que, alineadas en fila india, desfilaban por “Cosas que hacen BUM”. “Los discos, las canciones… En aquel tiempo, todas esas cosas eran usadas, no reflexionadas. Los discos eran para bailar, no para elaborar grandes tesis”, asegura. Y aún así, su tercera novela va más allá del furor efervescente de la adolescencia para deslizar temas como la culpa, el remordimiento, la elasticidad de las amistades, la fractura puntual con los padres y la siempre esquiva justicia poética.

Irreverente, adictiva y tremendamente divertida, es la de Amat una voz propia que predica en un desierto pop y esquiva cualquier posible vínculo generacional y literario. Vamos, que mejor no hablarle de la Generación Nocilla, el afterpop y cosas por el estilo. “El único autor español con el que me siento identificado es Francisco Casavella –asegura-. Lo leí muy tarde, pero era la única persona que estaba en el mismo sitio que yo, aunque mucho mejor”. Para el resto, Amat ya tiene su colección de discos, sus escritores ingleses y películas como “This Is England”, donde, igual que en “Rompepistas”, todo se resume en buenos amigos y grandes canciones. ¿O era al revés?

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