Miguel Sebastián se traslada a bordo de un Audi A8 (multinacional alemana). Escribe en su despacho, como todos en el Ministerio de Industria, en un ordenador Dell (multinacional estadounidense). Los documentos pasan al papel gracias a una impresora Canon (multinacional japonesa). Sus directores generales disfrutan de coches oficiales de la marca Peugeot (multinacional francesa), Citroën (otra empresa gala) o Ford (estadounidense)...
Desde luego en Industria no predican con el ejemplo y eso que Sebastián pidió públicamente a los españoles esta pasada semana que consuman productos nacionales. «Pedimos -señaló- que en el hábito de consumo se introduzca el factor español». Concretamente propuso «sustituir el consumo de 150 euros de productos extranjeros por el de productos «made in Spain» para evitar la destrucción de 120.000 empleos».
Pero qué ocurre en su Ministerio. Desde su gabinete de comunicación aseguran que «no hay ningún plan, ni lo ha habido, para que se contraten servicios de proveedores exclusivamente españoles». Y añaden «ni podría, aunque quisiera».
Explican al respecto que toda la cuestión de licitaciones y contrataciones sigue un camino muy claramente marcado y en el que nadie puede influir. «Todo se compra mediante concursos públicos y generalmente bajo el principio del menor coste».
Las grandes compras
Además, las grandes compras -mobiliario de oficinas, ordenadores, impresoras...- se realizan desde la Subdirección General de Compras, dependiente de la Dirección General del Patrimonio del Estado. «Por eso -aseguran- en todos los organismos oficiales se utilizan los mismos ordenadores, impresoras o los muebles los suministran la empresa o proveedores que marcan desde Patrimonio». Y aclaran que las palabras del ministro no deben sacarse de contexto y que él sólo lanzaba una idea para «ayudar a no perder empleo».
Lo cierto es que el margen de maniobra del Ministerio de Industria para adjudicar las compras de servicios o suministros es limitada. Por ello, no puede evitar conceder contratos a empresas de origen extranjero, como cuando firmó el pasado 14 de noviembre con Fujitsu Siemens Consultor (Japonesa-alemana) un acuerdo de sesenta mil euros para dotar a la Dirección General de Turismo de «un producto para el diseño y mantenimiento de bases de datos».
Sebastián ni puede evitar esas adjudicaciones, ni por supuesto debe. Su propuesta es de una incoherencia absoluta en un mundo tan globalizado, según los expertos. Muy especialmente en el campo económico en el que todo se encuentra interrelacionado. Ford fabrica coches en Almussafes, Renault en Valladolid o Peugeot en Vigo, entre otro miles de ejemplos en los que también encontramos empresas españolas en el extranjero, realizando en China u otros países, el grueso de sus manufacturas.
En este sentido, el presidente del Círculo de Empresarios, Claudio Boada, advirtió inmediatamente de los peligros del modelo de Sebastián: «Su llamamiento permitiría elevar las ventas de los productos españoles a corto plazo y salvar algunos empleos, pero afectará muy negativamente a las exportaciones españolas si otros países deciden hacer lo mismo. Especialmente a algunos mercados que viven de la exportación, como es el sector del automóvil. Lo que hay que hacer para salir de la crisis es justo lo contrario de lo que propone el ministro». Así de claro.

