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El camino de la cocina

Madrid Fusión puso ayer su punto final. Y no sólo a la edición de este año. También a un modelo que se agota y que necesita urgente revisión. Ha sido esta la cumbre de menor interés. En los corrillos de cocineros se detectaba un cierto ... desencanto. Programa amplio y variado pero con ponencias e intervenciones más flojas. Es difícil encontrar ya ideas o técnicas nuevas en el escenario. Tal vez porque el listón estaba tan alto que es imposible superarlo. Tal vez porque la abundancia de congresos en España y lo limitado de la oferta lleva a la repetición. Tal vez porque la crisis obliga a los cocineros a buscar con más empeño fórmulas de supervivencia para afrontar los duros meses que se avecinan que a desarrollar trabajos propios o a interesarse por el de sus colegas. Los responsables de Madrid Fusión, que hacen un enorme esfuerzo de organización, deben comprender que para seguir adelante tienen que pensar cosas nuevas. Lo han intentado con unos debates fallidos por culpa de formatos encorsetados que les han quitado frescura. El más interesante, dedicado a la cocina molecular, reunió a tres grandes cocineros, Adriá, Blumenthal y Aduriz, y a dos científicos. Estuvo bien lo que dijeron, pero los cinco estaban de acuerdo. ¿Por qué no se sentó a la mesa algún crítico con este modelo de cocina?

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