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Zapatero mira al Despacho Oval

Zapatero mira al Despacho Oval

Las autoridades españolas han repetido hasta la saciedad la palabra «esperanza» al hablar del mandato de Barack Obama. José Luis Rodríguez Zapatero, que ayer saludó su discurso señalando que «mantiene vivas las esperanzas de lograr un orden internacional más justo», confía en que todo va a cambiar con su llegada a la Casa Blanca y que se va a poner fin a una etapa marcada por el desencuentro y las reticencias.

Con algo de retraso, Zapatero comprendió que había pasado ya el tiempo de atizar el antinorteamericanismo del que durante tanto tiempo habían hecho gala en España los sectores de izquierdas. Cuando quiso recomponer su relación con George W. Bush era algo tarde. Éste no le perdonó nunca ni su desplante a la bandera estadounidense ni, sobre todo, la abrupta manera de retirar las tropas de Irak o la posterior invitación a otros países a hacer lo mismo. Bush le obsequió con su indiferencia y sus encuentros en cumbres internacionales se contaron por segundos.

Intervención del Rey

La intervención de Su Majestad el Rey -que envió ayer un telegrama de felicitación a Obama- permitió recomponer algo las relaciones y los esfuerzos del ministro Moratinos por granjearse la simpatía de Condoleezza Rice, dieron como resultado la visita de esta a Madrid en junio de 2007, aunque fuera para poner de relieve las discrepancias sobre Cuba. La miopía inicial de Zapatero en su afán por desmarcarse de José María Aznar echó por tierra buena parte de lo andado en las relaciones hispano-estadounidenses durante los años de la transición.

De los acuerdos militares con Washington en 1953 durante el franquismo, en una clara situación de inferioridad de España se había pasado -tras el ingreso en la OTAN en 1981, con Leopoldo Calvo Sotelo, y el referéndum de Felipe González, después de aquello de «OTAN. De entrada no»- a la suscripción de un Convenio Defensivo en diciembre de 1989, que marcó el inicio de la recuperación de una mejor imagen de Estados Unidos en España. Los norteamericanos abandonaron la base de Torrejón, pero siguieron utilizando las instalaciones de apoyo cuando fue necesario, como durante la primera Guerra del Golfo. González actuó con habilidad con Reagan, George Bush padre y Bill Clinton, estableciendo una relación cordial con todos.

Aznar, por su parte, trató de convertir a España en el gran aliado de Washington en Europa después del Reino Unido, con la intención de lograr un mayor peso de España en el mundo. Bush se lo agradeció comenzando por España su primera gira europea en junio de 2001. Y Aznar se hizo íntimo de él, hasta el punto de secundarle en las Azores en su anuncio de intervención en Irak. Pero será Afganistán ahora una de las piedras de toque de las relaciones entre Zapatero y Obama. Estados Unidos continuará insistiendo a España para que envíe más soldados al país asiático, donde el Gobierno cree que ya hay suficientes.

Además, una decisión de Obama de cerrar Guantánamo podría ir seguida de una petición a varios países, entre ellos el nuestro, para que acojan a alguno de los allí detenidos, asunto que plantea problemas jurídicos que el Ejecutivo español ya está estudiando.

Las relaciones con Cuba y Venezuela serán otras cuestiones que pueden estar en unas conversaciones entre los dos Gobiernos, y también cuando se produzca el primer encuentro entre Obama y Zapatero. Todo hace pensar que el veto a la entrada en la Casa Blanca para el jefe del Ejecutivo español queda desde ayer levantado, pero nada apunta a que vaya a ser uno de los primeros en pasar por el Despacho Oval. Más factible es que se encuentren en la cumbre financiera del 2 de abril en Londres, a la que Zapatero aspira a ir, o, días más tarde, en el 60 aniversario de la OTAN en la frontera franco-alemana.

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