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Plan «E» del espacio exterior

LOS amantes del cine casposo recordarán aquella película del inefable Ed Wood, Plan 9 del espacio exterior, en la que los marcianos mandaban unos cuantos platillos volantes a la Tierra, con el propósito de colonizarla. Aquel plan consistía básicamente en emitir un mensaje radiado que resucitaba a los muertos de los cementerios, convirtiéndolos en zombis dispuestos a obedecer las consignas alienígenas. A la postre, el plan se quedaba en agua de borrajas (los marcianos apenas lograban resucitar a tres muertos) y la película concluía de forma embarullada, como solía ocurrirle al inefable Ed Wood, a quien el presupuesto siempre se le había acabado antes de empezar a rodar. La primera vez que vi Plan 9 del espacio exterior, embriagado todavía por los vapores lisérgicos que emana el particular estilo del cineasta, recuerdo que pensé: «El Plan 9 era una chapuza. Pero, ¿cómo serían los ocho anteriores?». Nunca pude aclarar aquella duda ontológica.

Algo similar me ha ocurrido cuando me enteré del lanzamiento a bombo y platillo (volante) del Plan «E» de Zapatero contra la crisis económica. Como soy más bien despistado y propenso a la credulidad, supuse que me habría perdido los previos Planes A, B, C y D. Luego recordé que Zapatero ha lanzado sucesivos planes innominados contra la crisis, aunque luego ninguno se haya cumplido (pero pretender que un plan se cumpla es pedirle peras al olmo, no olvidemos que «plan» significa «intención, proyecto»): el primer plan contra la crisis fue negar que existiera; luego vino el plan de las bombillas de bajo consumo que se repartirían por todos los hogares españoles (pero algún intermediario sin escrúpulos debió de quedárselas, para venderlas en el mercado negro); y el plan de recolocar a los albañiles en paro, reciclándolos mediante arte de birlibirloque para el desempeño de otros oficios; y el plan de la limosnilla o deducción fiscal de los 400 euros; y el plan de financiación de obras públicas municipales, que va a llenar los pueblos de España de saunas y pistas de pádel; y... ¡Será por planes! Ahora, cuando a Zapatero -como a Ed Wood- ya se le ha acabado el presupuesto, se nos anuncia este Plan «E» del espacio exterior; un plan que, bajo su formulación campanuda, es algo así como un gran revoltijo de planes anteriores, presentados por una alocución propagandística en la que Zapatero nos repite, a modo de tantra mágico, que nos hallamos inmersos en una crisis de «extensión mundial», que antes de que tal crisis nos azotara como una suerte de plaga bíblica «habíamos alcanzado la tasa más paro más baja de la historia», que somos «la octava económica del mundo» y otras paparruchas de consumo interno que sólo convencerán a quienes gustan de ser adormecidos con cuentos.

Pero, ¿a quién no le gusta ser adormecido con cuentos? León Felipe nos advertía que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos... Y, sin embargo, aunque nos sabemos todos los cuentos, nos gusta que nos los repitan. Zapatero ha hecho de esta enseñanza sobre la paradójica naturaleza humana uno de los rasgos distintivos de su acción política; y una y otra vez nos repite los mismos cuentos, envueltos en los vapores lisérgicos de su particular estilo emotivo. Quizá la novedad más reseñable de este Plan «E» del espacio exterior sea el calculado ocultamiento del ministro Solbes, que durante algún tiempo había sido el encargado de distraernos de la realidad con sus abaciales melopeas. Pero el ministro Solbes es un político a la antigua usanza que, cuando la realidad se hace irrefutable, se repliega en el caparazón, por no comprometer su dignidad; en esto se nota que es un político anacrónico, frente a Zapatero, cuyo discurso se crece cuando se trata de negar la realidad, porque sabe que las sociedades débiles prefieren que las adormezcan con cuentos, prefieren convertirse en zombis dispuestos a obedecer consignas alienígenas, como en la película de Ed Wood.

Y, mientras tanto, ¿qué hace la facción opositora? Mayor Oreja advertía en una entrevista que ayer publicaba este periódico que debe dejar de contemplarse el ombligo. Pero ese peligro ya ha sido conjurado: ahora se dedica a contemplar la cacha de Soraya.

www.juanmanueldeprada.com

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