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Ministra Calamidad

EL día en que Magdalena Álvarez salió indemne del escándalo de los 444 vuelos gratis de Aviaco, sin que el presidente Chaves acertara a sacarla de su gobierno andaluz, la actual ministra de Fomento debió de aprender que en la política española eres tanto más ... fuerte cuanto más grave sea el follón que provocas. Lo certificó poco más tarde, cuando enredó al mismo Chaves en un formidable lío con las cajas de ahorros que le costó -a su jefe, no a ella- un problema serio en su propio partido, pero que no bastó para que la destituyeran de su cargo de consejera de Economía. Estaba claro: no hay mejor tuerca para atornillar a un político en su sillón que un alboroto de grandes proporciones, de los que encabritan a fondo a la opinión pública y motivan a la oposición para pedir dimisiones; a partir de ese momento, el cese del responsable de turno dejaría sin escudo a quien le nombró, a merced de la irritación general y de un adversario crecido. El sectarismo de nuestra vida pública constituye, en ese sentido, un seguro de vida para los políticos incompetentes.

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