Sofía Gubaidulina (Tartarstán, 1931) está convencida de que el problema de entendimiento que existe entre la música contemporánea y el público joven surge «cuando tu obra sólo es leída por el intérprete, cuando éste no es capaz de abarcar el texto. Sólo cuando el intérprete comprende la obra, el auditorio es capaz de entender la esencia musical», afirmó ayer la compositora en el Auditorio Nacional, donde desde hoy, y hasta el 18 de enero, participa en el ciclo Carta Blanca de la Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE). La dificultad se multiplica si el intérprete disfruta de pocos ensayos, porque entonces el músico tan sólo tiene tiempo para leer la obra «y eso no es suficiente para crear arte».
Sin embargo, Gubaidulina, una de las creadoras de referencia del siglo XX, que tras comenzar sus estudios en la antigua Unión Soviética -donde contó con el apoyo de Shostakovich- se instaló en Alemania, es consciente de que «nosotros no podemos exigir a todos que nos comprendan», y que para llegar a un máximo punto de entendimiento se precisa la acción de tres sujetos: los creadores, los intérpretes y el público. «Los tres deben de tener talante, y el público es un sujeto indispensable. Para hacer arte es imprescindible su participación». De todos los auditorios que ha conocido, Gubaidulina destaca el holandés como el más interesado en la nueva creación. «Diferencia muy bien lo que es bueno y lo que no lo es en la música contemporánea. Y es muy agradecido cuando escucha algo bueno».
Para esta Carta Blanca -por la que han pasado ya compositores como Henze, Benjamin, Cartier y Dutilleux-, la compositora ha escogido especialmente obras de la última década. Calificada como mística, que no eclesiástica, Gubaidulina corroboró la existencia de espiritualidad en su música, «pues cualquier arte existe porque quiere actualizar las necesidades espirituales. Nuestra alma exige realizarse y esa tarea es la razón de ser del arte durante siglos».
El ciclo incluye cuatro obras sinfónicas, una de las cuales contará, el 18 de enero, con la violinista Ann-Sophie Mutter; y dos programas de cámara (14 y 15), en uno de los cuales la propia compositora tocará el acuófono. Partidaria de incluir instrumentos nuevos en sus obras (en 1970 fundó Astreja, un grupo de improvisación con instrumentos folclóricos), afirma que para ella suponen «una enseñanza espiritual».