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Instituciones Penitenciarias alega tras el ahorcamiento de Couto que no siempre se detectan las ideas suicidas

A. MARTÍNEZ

SANTIAGO. Maximino Couto Durán es el suicida dieciséis. No se le aplicó el protocolo de riesgo después de la orgía de sangre que finiquitó con el asesinato de su novia y lesiones a dos vecinos y un policía nacional. Horas antes de ser trasladado a la cárcel de Dueñas, en Palencia, se ahorcó. Rajó una sábana, la ató a los barrotes de la ventana, se colgó y asfixió. Las bajas por esta causa computadas en las cárceles españolas son menores a las tasadas en países, como Francia, con una población reclusa similar.

«Allí están por encima, tienen 108, y algo más de 63.000 internos. En nuestro caso, 16». El símil lo aporta Mercedes Gallizo, secretaria general de Instituciones Penitenciarias, que aclara que el convicto gallego no mostraba indicios de querer acabar con su vida. «Los psicólogos nos dicen que no habían detectado que tuviese una alteración depresiva del ánimo; incluso al contrario. Pero no siempre se detectan esas ideas porque no se puede entrar dentro de las cabezas de las personas», agrega, y entra en contradicción con la exposición de los familiares del desaparecido.

Ellos cuentan que el penado les comunicó telefónicamente sus intenciones. «Lo haría en el momento que pudiese, sabedor del daño que había hecho», dicen. Al entierro en Pontevedra acudieron algunos de sus parientes, hermanas y primos; en total, veinte personas. Las exequias fúnebres fueron exiguas. Se cumplió así lo que el fallecido había dictado en una de las tres notas que dejó escritas, y cuyo contenido publicó este diario. No hubo ceremonia religiosa en su Mourente natal.

El penal de A Lama, colapsado

El reo se estranguló en A Lama, un presidio concebido para un máximo de 1.008 internos, y no para los más de 1.900 que soporta, sumados los 170 del Centro de Inserción Social de Vigo, ideado también para alojar a la mitad de sus huéspedes y carente de una plantilla propia, lo que obliga a los empleados públicos a moverse.

La penitenciaría pontevedresa, que dirige José Antonio Gómez Novoa, dispone de cuatro módulos convivenciales que, por sus características especiales, no se encuentran sobreocupados. Los normales rebosan. Aunque no debería haber más de 72 cautivos por módulo, hay una media de 130-140, y solamente dos funcionarios para encargarse de las correspondientes tareas de vigilancia. El sindicato mayoritario de prisiones, Acaip, denuncia que el hacinamiento es inadmisible, e incrementa el riesgo de accidentes.

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