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Paro zapateril: ¿fascismo o socialismo?

CORBACHO, según el Casares, es el vergajo de toro con que el cómitre -caballero que en las galeras estaba a cargo de remeros y galeotes- castigaba a los forzados. Corbacho, pues, es el ministro-vergajo con que Zapatero repasa el lomo a los españoles que chapotean en esos azufres tremendos del «Dies irae» que es el paro.

ZP: «Zemoz Parados».

-¡Zemoz toreros! -dicen los mozos de espadas a los civilones que en las madrugadas de feria dan el alto a sus furgonetas por las carreteras de España.

Y entonces los civilones, en cuyo charol aún brilla un rayo de ley, exactitud y respeto, en vez de pedir los papeles, piden echarle un vistazo al maestro de Salteras, que descansa en su litera.

«¡Zemoz parados!», dicen los parados de ZP a los japoneses de la Gran Vía, pero los japoneses granviarios miran al guía, que se encoge de hombros, y desaparecen haciendo lo que el ministro Corbacho, «haikus» del tipo «No llevo suelto» o «Que Dios nos ampare».

Corbacho, que no fue a la escuela -tampoco conoce el paro-, construye «haikus» de amena elocuencia marxista: «Gestionar el paro da mucho trabajo» o «La peor tasa de paro con ZP es mejor que la mejor con Aznar». Dos «haikus» y tres millones de parados son sus frutos de ministro del Eterno Descanso. Mas, ideológicamente, tanto paro zapateril, ¿qué será? ¿Fascismo o socialismo?

Para los japoneses granviarios aclaramos que en España son fascistas los que no son socialistas; los socialistas (funcionarios, millonarios, estudiantes y corbachos) no frecuentan el paro; luego los parados serían fascistas -es decir, criaturas que no son socialistas- en expectativa de destino. ¿Cómo arreglarlo?

A iniciativa de Araquistain -reputado de socialista porque detestaba la pobreza propia y de intelectual porque tradujo para los demás «La Huelga» de Galsworthy-, la República arregló el paro por el sencillo procedimiento de proclamar en una Constitución laica que España era un castigo bíblico: una República de trabajadores.

-Voilà les travailleurs! -pudo exclamar con sorna E. Herriot a sus colegas franceses cuando los representantes de España, con su pintoresco sentido de la puntualidad, llegaron tarde a la asamblea de la Sociedad de Naciones.

El caso era que la República de trabajadores tenía setecientos mil parados y, si bien José Antonio Primo de Rivera pedía a los poetas cambiar el mito del oro por el mito del trabajo, Largo Caballero no se apeaba de la dictadura del proletariado.

-Las impaciencias revolucionarias de un pobre hombre, del pobre hombre que era Largo Caballero (sus impaciencias revolucionarias del año 1934 y del 1936), nos han costado cuarenta años de franquismo -se lamentaría, al final, Sánchez-Albornoz, que todo lo atribuía al temperamento español y sus demonios: Roma, que conquistó las Galias en doce años, empleó dos siglos con Hispania.

Agobiado por los «sin trabajo», el primer Gobierno de la República de trabajadores ordenó: «¡Prolónguese la Castellana!» ¿Hasta dónde? Hasta el Hipódromo (Nuevos Ministerios). Y el segundo Gobierno: «¡Prolónguese la Castellana hasta el Hotel del Negro!» ¿Dónde está el Hotel del Negro? No importa. Está allí donde hace falta llegar ahora para aliviar el paro.

-La Castellana -avisaba Fernández Flórez- se irá alargando, alargando, como un brazo que salga de Madrid. Llegará a Burgos, llegará a Santander, se prolongará en un malecón... ¡Oh, si no hubiese Castellana! Y ¿qué harán esas naciones que no la tienen?

¿Qué van a hacer? ¡Descubrir con envidia que ya marchamos, francamente y tras de la vicepresidenta Fernández, a la vanguardia mundial de los derechos humanos! Dicen que la vicepresidenta, con los pingos que le sobran, va a inaugurar un roperillo de caridad para los «sin trabajo», que son (famélica) legión. Zapatero propone darles salida doblando el número de tropas en el exterior -medida muy socorrida desde las levas del duque de Alba-, mientras su Corbacho, el que no fue a la escuela, afilia a los escolares a la Seguridad Social para hacer bulto. La Secretaria General de Descanso, de nombre Maravillas Rojo, también ha hallado en el arbitrismo español la manera de cuadrar el círculo estadístico:

-Los parados aficionados al alpinismo podrían limpiar fachadas.

Y no tiene placa, la Maravillas.

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