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El desalojo de un bloque de colonos desata una batalla campal en Hebrón

Los extremistas judíos extendieron los disturbios por Jerusalén Este y buena parte de Cisjordania y causaron decenas de heridos

El desalojo de un bloque de colonos desata una batalla campal en Hebrón

«El Gobierno acaba de echar una cerilla sobre una montaña de pólvora». Apocalíptico, enfurecido, el líder del movimiento colono del barrio hebronita de Yesha, Danny Dayan, proclamaba ayer amenazas y juramentos de resistencia mientras, a su alrededor, un imponente despliegue militar y de la violenta Policía de Frontera israelí trataba de contener porra en mano a una multitud de jóvenes judíos, rabiosos de impotencia.

Los gases lacrimógenos y el continuo bramar de las bombas de estruendo convertían en el escenario del fin del mundo el entorno de la llamada «Casa de la Paz», un edificio de cuatro plantas y 4.000 metros cuadrados ocupado desde 2007 por doce familias de colonos que, ayer, eran desalojados por la fuerza en cumplimiento de la disposición emitida por el Tribunal Supremo de Israel el pasado 16 de noviembre. De acuerdo con la sentencia, el contrato en función del cual todos habían entrado a vivir en el inmueble tras haberlo comprado a un palestino por un millón de shekels (200.000 euros) es falso, por lo que se ordenaba su urgente desahucio.

Una bomba de relojería

En un enclave como Hebrón, ciudad cisjordana en la que la tensión entre sus 170.000 vecinos palestinos y la enorme población colona se mastica en el ambiente, el fallo judicial era sólo una bomba de relojería. Y su explosión, cuestión de tiempo. «Habrá un combate como nunca se ha visto», advirtió en su momento el rabino Uzi Sharbaf, vecino del primer piso del disputado bloque y baluarte de una comunidad judía que prefiere morir antes de renunciar a Hebrón. Es la tierra donde descansa el Patriarca Abraham, que los colonos intentan ocupar centímetro a centímetro para arrebatársela a los palestinos, o a la Ley israelí si hace falta, movidos siempre por sus convicciones mesiánicas.

Desde que se dictara la sentencia el inmueble pasó a ser una fortaleza, donde sus habitantes aseguraban haber almacenado un arsenal digno de una guerra, y hordas de jóvenes llegados de todos los rincones de Israel pasaban la noche como refuerzo. Se barruntaba una batalla cruenta. Aunque el factor sorpresa y los 600 antidisturbios concentrados en Hebrón consiguieron que la evacuación, a empujones y a palos, de los 250 atrincherados en el bloque acabara en un rato.

Veinte minutos de ferocidad, dentelladas, patadas en las puertas, pedradas, huevos y cubos de productos abrasivos lanzados desde las ventanas, como no se veía en Cisjordania desde que en 2005 fuese evacuado el asentamiento de Amona.

Se registraron 25 heridos y 10 detenciones. Pero sólo fue el principio de la algarada. Aquí y allá, por los barrios palestinos de Hebrón, los colonos desencadenaron después una ola incontrolada de vandalismo y terror, que al cierre de esta edición dejaba ya 17 palestinos heridos -cinco de ellos de bala-, nueve coches incendiados y numerosos focos de fuego por toda la ciudad. La noche hebronita tuvo olor a infierno.

Ehud Barak, blanco de la ira

«Los ciudadanos de Israel tienen que aceptar la autoridad del Estado, no vamos a permitir elementos extremistas que minen su autoridad y sus fundamentos», justificaba firme ayer desde su despacho el ministro de Defensa, Ehud Barak, mientras la batalla campal se reproducía en lugares como Jericó o Jerusalén Este, donde grupos de colonos enfurecidos provocaron y atacaron a palestinos, arrebatados por la ira de Hebrón.

Contra Barak, como responsable de la orden de desalojo, se dirigían ayer los odios. «Ha mandado hacerlo hoy porque su Partido Laborista celebraba esta tarde primarias, porque pertenece a un Gobierno corrupto y asesino que está acabado, y porque Barak necesitaba precisamente hoy hacerse el fuerte, llegar a su reunión diciendo que el sí puede con los colonos», clamaba Yaacov, de 60 años, flanqueado por jóvenes con las frentes manchadas de sangre tras las cargas policiales. Asentían satisfechos al escuchar a su improvisado portavoz asegurar que «si Hitler no pudo con nosotros, sobreviviremos a este Gobierno».

«El pueblo judío sólo tiene un Estado, éste; los árabes tienen 22», recitaba Liti Saad, llegada hace 30 años de Argentina «siguiendo el recado divino de poblar todo Israel». «Escucha -añadía enfática-, quieren deslegitimar como gente idealista a nuestra juventud, y quiero decir que todos esos países que apoyan la creación de un Estado palestino en nuestra tierra de Israel tienen que saber que será una sucursal de Bin Laden, y que luego Bin Laden llevará a sus ciudades el mismo terror que hemos visto en Madrid o en Bombay».

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