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Protestas en la repatriación de los primeros turistas españoles atrapados en Tailandia

Dos aviones recogen hoy al primer contingente de evacuados de la base naval de U-Tapao, pero la elaboración de una lista con los primeros 200 pasajeros que abandonarán el país provoca las quejas de algunos viajeros excluidos, que se agolpan en la Embajada.

En medio de la tensión reinante y de los atentados con bombas contra la oposición, Tailandia afronta una semana decisiva porque el Tribunal Constitucional podría disolver el partido en el Gobierno por fraude electoral y porque el venerado rey Bhumibol aprovechará su 81 cumpleaños para dirigirse a la nación

Si todo sale bien y no hay retrasos, casi la mitad del medio millar de turistas españoles atrapados en Tailandia podrán regresar a casa a partir de esta misma tarde. Ayer, dos aviones de la Fuerza Aérea Española partieron en dirección a esta exótica pero convulsa nación del Sureste Asiático para repatriar a los viajeros que han quedado bloqueados por la crisis política tailandesa.

Hoy lunes, a la una de la tarde hora local (siete de la mañana, hora española), está previsto que lleguen al “país de la sonrisa”. Como los dos aeropuertos de la capital siguen cerrados al tráfico aéreo tras haber sido tomados la semana pasada por miles de partidarios de la oposición, ambos aparatos aterrizarán en la base naval de U-Tapao, a 190 kilómetros de la capital.

Desde la única pista de dichas instalaciones militares, construidas durante la Guerra de Vietnam, se está evacuando a parte de los 100.000 turistas extranjeros que han quedado bloqueados después de que los seguidores de la oposición ocuparan los dos aeropuertos de Bangkok para exigir la dimisión del primer ministro, Somchai Wongsawat.

Uno de los aviones enviados por el Gobierno español es un Airbus 320 con capacidad para 130 pasajeros, mientras que el otro es un Boeing 707 donde caben 62 personas. Como esta cifra supone sólo una parte de los entre 400 y 600 turistas españoles varados en Tailandia, el embajador en Bangkok, José Manuel López Nadal, explicó por teléfono a ABC que “hemos confeccionado una lista de pasajeros por orden de espera y prioridades para dejar el país”.

Sin embargo, dicha lista ha motivado las protestas de algunos viajeros, que incluso se han manifestado ante la legación diplomática provocando, según López Nadal, “una situación muy tensa y desagradable”.

Para mañana martes está prevista la llegada de un tercer avión comercial de una compañía privada, pero López Nadal recordó que hay otros aeropuertos abiertos, como Chiang Mai o Phuket, con conexiones internacionales a través de los cuales se puede salir del país.

Mientras tanto, sigue reinando el caos en Tailandia, donde medio centenar de personas resultaron heridas durante la madrugada de ayer en ataques con bombas contra los lugares tomados por la oposición, como la sede del Gobierno o los dos aeropuertos de la capital.

Dichos atentados avivan el riesgo de enfrentamiento entre los manifestantes de la denominada Alianza Popular por la Democracia (APD) y los partidarios del Gobierno. Ataviados con sus camisetas rojas – frente a las amarillas que viste la oposición en señal de respeto por la monarquía –, éstos protagonizaron ayer una multitudinaria marcha por el centro de Bangkok que congregó a unas 4.000 personas. Prácticamente, las mismas que permanecen atrincheradas en el aeropuerto internacional de Suvarnabhumi a la espera de que la Policía proceda a su desalojo por la fuerza.

Pero tal medida podría retrasarse aún varios días, alargando aún más la parálisis que sufre Tailandia, que está dañando su imagen internacional y provocando pérdidas de entre 45 y 67 millones de euros al día a la potente industria del turismo. El motivo es que el Tribunal Constitucional podría decidir esta semana la disolución de la fuerza política en el Gobierno, el Partido del Poder Popular (PPP), si confirma las irregularidades y el fraude por la compra de votos detectados por la Comisión Electoral en los comicios celebrados en diciembre del año pasado. En caso de ser condenatoria, esta sentencia suspendería al actual primer ministro del ejercicio de la política durante los próximos cinco años.

Además, el venerado rey Bhumibol Adulyadej celebra el próximo viernes su 81 cumpleaños, por lo que todo el mundo espera con ansiedad el tradicional discurso que pronunciará durante la víspera. En otras ocasiones, la intervención del monarca ha resultado crucial para resolver las crisis políticas del pasado, pero la situación actual está tan enconada que se corre un fuerte riesgo de fractura social y el turismo podría verse herido de muerte.

No en vano, dicho sector es uno de los motores económicos del país al suponer el 6 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) y generar 12.450 millones de euros al año. Pero, según los expertos, las pérdidas podrían ascender a un tercio de dicha cantidad si la crisis política continúa durante el mes de diciembre, dibujando unas perspectivas muy negativas para el próximo año.

En este sentido, el viceprimer ministro y responsable de asuntos económicos, Olarn Chaipravat, ya ha reconocido que se podrían perder un millón de puestos de trabajo si el número de turistas se reduce a más de la mitad (6 millones) en 2009.

Y todo porque la oligarquía y la clase media urbana de Tailandia, leales al soberano y apoyados veladamente por el Ejército, intentan derribar al Gobierno acusándolo de haber comprado los votos de los paupérrimos campesinos del mundo rural para ganar las elecciones del año pasado.

Además, los opositores denuncian que el actual jefe del Ejecutivo es un títere de su cuñado, el ex primer ministro Thaksin Shinawatra. Este multimillonario, que empezó como policía pero hizo fortuna con las telecomunicaciones, fue depuesto en un golpe de Estado incruento en septiembre de 2006 y acaba de ser condenado por corrupción tras huir del país en verano.

Aunque su formación política, el partido “Thai Rak Thai” (“Los tailandeses aman lo tailandés”), fue ilegalizado por el Tribunal Constitucional por violar las leyes electorales, sus seguidores formaron el Partido del Poder Popular (PPP) y volvieron a ganar en los comicios que tuvieron lugar en diciembre de 2007 tras un año bajo el mando de una Junta militar.

En resumen, lo que está en juego en Tailandia es el poder que se disputan la clase alta y media de las ciudades y el mundo rural, manejados ambos por políticos corruptos como el populista Thaksin o por los oscuros personajes que dirigen el movimiento opositor. Entre ellos, destacan el ex general Chamlong Srimuang y el antiguo magnate de los medios de comunicación Sondhi Limtongkul, quien al principio apoyaba a Thaksin y luego propició su caída. Argumentando el supuesto fraude de las últimas elecciones, la elitista Alianza Popular por la Democracia propugna acabar con el sufragio universal en Tailandia y que sólo un 30 por ciento del Parlamento sea elegido mediante consulta popular y que el resto sea nombrado directamente.

En esta lucha de clases en pleno siglo XXI, sólo el rey Bhumibol o el Ejército pueden acabar con este “impasse” que está sumiendo al país en el caos.

Pero el primero, el monarca más veterano del mundo que lleva reinando desde 1946, sigue guardando silencio y los militares, que simpatizan con la oposición, han mostrado una actitud bastante ambigua y rechazan emplear la fuerza contra los manifestantes. En una extraña “sugerencia” que más bien suena a ultimátum, el comandante en jefe del Ejército, el influyente general Anupong Paochinda, ha recomendado al Gobierno que disuelva el Parlamento y convoque elecciones, pero la verdad es que todo el mundo está esperando que lleve a cabo un golpe de Estado que se sumaría a las 18 asonadas militares que ha vivido Tailandia desde el fin de la monarquía absolutista en 1932.

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