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El libertino frívolo

CLÁSICA
«The rake´s progress»
I. Stravinsky. Intérpretes: D. Jeffery, E. Futral, M. Miller, C. Patton, R. de Pont Davies, D. Pecková, F. Vas, F. Santiago. Dirección musical: M. Agrest. Dirección de escena: A. Engel. Teatro Campoamor. Oviedo. 23-XI
COSME MARINA
Poco a poco «The rake´s progress» de Igor Stravinsky va haciendo carrera en las temporadas líricas españolas. El estreno asturiano del emblemático título de Sravinsky fue afortunado en líneas generales enmarcado en una brillante producción firmada por André Engel y procedente del parisino teatro de los Campos Elíseos. Engel construye la fábula moral desde la óptica del musical y la contextualiza en los inicios de la década de los cincuenta, la de su estreno. Agilidad, una estética cercana al mundo del cómic e imaginación a raudales -con un delicioso toque frívolo- caracterizan esta propuesta suya que ya es un clásico y que tan bien conecta con el espíritu creativo del compositor ruso y de sus libretistas Auden y Kallman.
Fue una velada en la que la mayor parte del reparto debutaba en la temporada ovetense y también lo hacía uno de los jóvenes directores rusos en alza, Mikhail Agrest, que ejerció un buen control de la obra, aunque le faltó un poco de garra en algunos momentos al frente de una correcta Oviedo Filarmonía. Muy buenas las prestaciones del coro de la Ópera de Oviedo y de peso la de algunos de los miembros del reparto. Entre los más acertados, cómo no, Chester Patton, uno de los Nick Shadow de referencia, pese a no tener su noche, y una sensacional Elizabeth Futral que incorporó el rol de Anne Trulove con autoridad ejemplar, al igual que el tenor Marlin Miller en una actuación que fue creciendo según avanzaba como Tom Rakewell. Por una destacada corrección transcurrieron las intervenciones de Darren Jeffery -Trulove- y Rebecca de Pont Davies -mother Goose- mientras que Dagmar Pecková desaprovechó enteramente el jugoso papel de Baba la turca, con una emisión pobretona y destemplada, sobre todo en el registro grave. Bien Francisco Vas y Francisco Santiago en una velada que tuvo su anécdota cuando el Campoamor quedó a oscuras en uno de los interludios orquestales y hubo que parar la representación hasta que de nuevo se hizo la luz.