Verdasco consigue el punto definitivo tras un gran partido ante Acasuso

Es un triunfo éste de la Davis especialmente meritorio por la ausencia de Nadal, por la entidad del rival y, sobre todo, por jugarse fuera de casa, algo que suele ser fundamental en este torneo. Pero se peleó bien, con mucha fe, solidez, con un Feliciano López brillantísimo y, fundamentalmente, con un estratega de primera en el banquillo. Emilio Sánchez Vicario movió sus piezas con maestría de principio a fin, eligiendo, contrastando, mirando al contrario de reojo y sabiendo mucho, pero mucho, de este deporte. Vio donde los demás no vieron y siempre acertó. El equipo global ha sido vital, pero Feliciano y Emilio han estado especialmente bien.

El partido que cerró la serie no fue bueno. Ya se sabe, la tensión iguala fuerzas y equilibra rankings, mucho más en la Davis. Acasuso está el 44 del mundo, lleva una temporada horrible y ha llegado a perder con números cercanos al 500, pero estaba en casa, dispuesto a todo. Así que no era encuentro para despistarse y Verdasco tiende a perderse en los partidos. Y, si está con tensión, más. Cuando estuvo en su nivel, como en el primer set, mostró su jerarquía porque es mucho mejor que el «Chucho», más sólido y potente en todos los golpes, con más variedad de juego.

Acasuso siempre ha sido un tipo raro. Presenta un aspecto de sereno de noche, desgarbado, andar cansino, como si siempre estuviese destrozado, hastiado de la vida. Además, su revés es un poema, un horror, impropio de un jugador de elite como él. Siempre se le ha calificado con un seis en muchas cosas y un siete en muy pocas: una buena derecha, un saque aceptable por su altura (1,90) y paren de contar. En teoría, era poca cosa para afrontar a Verdasco que, cuando estuvo fino, le pasó por encima. El primer set fue así pero a Fernando le pasó lo de casi siempre, una constante en su carrera: entra y sale de los partidos con una facilidad pasmosa. Al comienzo del segundo set se descuidó, abrió la puerta y por ahí empezó a colarse Acasuso, que elevó su nivel, hizo todo lo que sabe hacer bien y Verdasco comenzó a bajar, cada vez más. Falló el servicio una enormidad (nueve dobles faltas) y cometió un sinfín de errores. Así, hasta Acasuso se te echa encima.

Pero si algo bueno tiene Verdasco es que nunca baja la guardia. Puede jugar mejor o peor, pero siempre cree en él. Supo alargar el partido y esperar. Al comienzo del cuarto set, el «Chucho» empezó a decaer. No le aguantaba el físico. Siempre apareció endeble, sin consistencia, a punto de quebrarse, y en cuanto «Fer» subió un poco su tenis, el argentino se derrumbó de forma estrepitosa. En el quinto set, Acasuso deambuló por la pista como alma en pena. No llegaba a las bolas bajas ni a las altas, las fallaba todas y boqueaba buscando aire. Y es que a palo limpio es imposible ganar a Fernando, que acabó logrando un gran triunfo, el de la fe y la constancia, sin un juego excelente pero meritorio