Mujeres, excedente de guerra
«Ellas solas» es el explícito título que ha elegido Virginia Nicholson para una obra cuyo subtítulo deja aún más clara la cuestión que trata: «Un mundo sin hombres tras la Gran Guerra». Los datos que la autora ofrece en el libro que edita Turner ... son numerosos y narran el desolador panorama que un conflicto bélico deja tras de sí, no sólo en lo que a muerte e infortunio se refiere, sino a las consecuencias que afectan no ya al individuo, sino a la sociedad en su conjunto. De «mutilada» la califica Nicholson tras las investigaciones que la han conducido a las andanzas y sinsabores de las mujeres que, matemáticamente -superaban en número a los varones-, se quedaron sin hombre. Muchas dejaron escritas las circunstancias en las que les tocó vivir, aunque no con ánimo de verlo publicado. A estos textos ha tenido acceso Nicholson, que ha comprobado cómo las circunstancias supusieron un cambio radical en unas vidas que habían sido educadas en la convicción de que el matrimonio era su destino natural.
La guerra fue el horror que llevó a 750.000 británicos a la muerte. Esta cifra dejó no sólo viudas de guerra, sino solteras de guerra. Las cifras, en apariencia exentas de emotividad, señalan, según informa Nicholson, que uno de cada tres muchachos que se matricularon en Oxford en 1913 no regresó a casa. Miles y miles de mujeres tuvieron que aprender a vivir solas no sólo sentimentalmente, sino laboralmente. Pero esa situación supuso que se iniciaran en el camino de la independencia económica que, irremisiblemente. conduce a la libertad.
- ¿Es cierto que periódicos de la época publicaron que las mujeres solas podían ser enviadas a las colonias?
- Sí, con el fin de que encontraran trabajo o se casaran, pero Canadá y Australia habían perdido a muchos de sus hombres.
- El caso es que la sociedad masculina no sabía qué hacer con aquellas mujeres...
-Se antojaban indeseables, pero se labraron su propio destino. Victoria Drummon se hizo ingeniera, aunque su padre pensaba que era por motivos bélicos. Florence Underwood se rebeló contra el envío a las colonias y escribió que lo que necesitaban era más oportunidades de trabajo y no casorios.
Y es que, en efecto, hubo un tiempo, no lejano y aún se da en demasiados lugares, en los que la soltera pasaba a formar parte de un grupo de maniáticas o de una pesada carga familiar. En 1921, las mujeres superaban en 720.782 el número de varones. Los hombres muertos y heridos fueron llamados «la flor de Europa», «las flores del bosque» o «la generación perdida». Ellas, y sobran los comentarios, fueron denominadas «mujeres de excedente». Al saber de su amargura, Nicholson decidió rendirles homenaje a través de su libro y a fe que lo logra. Dejando atrás el pasado bélico, comenta que en 1975, los hogares compuestos por una sola persona aumentaron en un 31 por ciento y no se atreve -«no soy socióloga»-, a aventurar un dibujo del futuro, si bien lamenta que los seres humanos vivan cada vez más encerrados en sí mismos.
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