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«Nunca más dos Españas»

Carlos Sala y Bibiano Morcilloson dos nonagenarios que conservan la lucidez. Hace setenta años combatían en bandos enfrentadosen la Guerra Civil. Esta semana compartieron un «video chat» en ABC.es y reclamaron juntos «una sola patria»

Morcillo y Salas durante el chat en ABC.es

Carlos Sala, 89 años, Bibiano Morcillo, 93, testigos vivos de un ayer en torno al que los hombres del hoy andan a la gresca. El pasado jueves se sumaron entusiastas a una iniciativa del todo novedosa para ellos y participaron en un «chat» con los lectores de ABC.es . El resultado, un encuentro cordial, que demuestra que la España de hoy, pese a que haya a quien le preocupe el resurgir de viejas querellas, no es la que ellos vieron incendiarse en sus años mozos. Los dos coincidieron en reclamar «una sola patria».

Carlos Sala, madrileño, tenía 19 años cuando estalló la guerra. En 1938 el Gobierno de la República le movilizó, pero, como él cuenta, «comulgaba más con el otro bando». Así que en una de las caóticas retiradas republicanas en el frente de Levante se dejó capturar por los sublevados.

La historia de Bibiano es diferente. Nacido en Torre de San Juan Abad, Ciudad Real, él combatió desde el principio en el bando con el que simpatizaba: «Yo quise estar desde el principio con el Gobierno que el pueblo español había elegido».

El encuentro entre ambos transcurre con correción y evidentes muestras de afecto mutuo, lo que no obsta para que discrepen. «Lo bueno es que ahora nos podemos entender hablando», se felicita Sala. Lo que antaño se ventilaba desmochando aldeas a cañonazos, ahora es motivo de charlas junto a un ordenador.

Así, hablando, ambos explican sus divergentes visiones sobre asuntos tan espinosos como la Ley de Memoria Histórica y la remoción de fosas de la guerra. Bibiano entiende que «todo aquello que haga que resplandezca la verdad es bueno». Carlos no lo tiene tan claro y se huele perversas intenciones ocultas: «Todo esto lo que persigue es dividirnos. ¿Cómo puede alguien nacido en 1960 querer buscar los huesos de un abuelo suyo que murió en una guerra que tuvo lugar 30 años de que él naciera?». Este padre de dos hijos y que ya tiene cinco bisnietas, cree que «pasamos 40 años escuchando lo malos que eran los de un lado y ahora llevamos 30 escuchando lo malos que fueron los otros. Yo creo que ya está bien de una cosa y de la otra».

Tampoco recuerdan de igual modo el anticlericalismo rampante y el papel de la Iglesia en aquella década de 1930. El discurso de Sala rezuma gratitud: «Yo, lo poco que sé lo aprendí con los frailes». Morcillo, por su parte, es muy crítico con el papel que jugaron las autoridades religiosas entonces. «La falta de la Iglesia fue grande por su parcialidad, tanto que muchos obispos han pedido después disculpas por ello. Sin embargo, yo no justifico cosas como la quema de conventos».

Morcillo señala a quienes cree que truncaron los ideales que defendió con su vida: «El pueblo español tuvo un enemigo en la Iglesia y dos enemigos, mortales e insuperables, que fueron Hitler y Mussolini».

La curiosidad de los inter-nautas les lleva a rememorar su vivencia personal en sus años de trinchera. Carlos Sala recuerda que «tenías siempre la esperanza de sobrevivir, pero también la convicción de que podías morir en cualquier momento». Tirando de este hilo, cuenta lo tormentoso que fue para él entregar sus mejores años al Ejército. «Al terminar la nuestra empezó la Guerra Mundial, así que no me licenciaron y al final estuve cinco años». Carlos comenta que «30 años después todavía tenía pesadillas en las que me veía de recluta haciendo guardias y pensando que no me iban a licenciar nunca».

Campos de concentración

Para Bibiano, también la posguerra fue muy dura. «Me condenó un Consejo de Guerra por auxilio a la rebelión, cuando los rebeldes eran ellos». Pasó 26 meses en un campo de concentración en Astorga, León, Lo peor de aquel cautiverio, según recuerda Bibiano, fue «el hambre, comíamos muy poco».

Llega el momento de despedirse. Bibiano, lo hace con un llamamiento digno del más ilustre de los estadistas: «Que los españoles convivamos desde el respeto, que seamos un ejemplo por querer sacrificarnos unos por otros y que de una vez por todas seamos una sola patria». Carlos suscribe, y añade: «Que los jóvenes se dediquen a los problemas actuales, que no son pocos, y nosotros a pasar lo mejor posible el tiempo que nos quede, tomando unas cañas de vez en cuando, aunque se enfade el médico».

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